Del verbo okupar

En las últimas semanas asistimos al goteo incesante de quejas vecinales en diferentes barrios de Córdoba ante la okupación de pisos, casas o palacetes abandonados. Inquietud, honda preocupación y resignación que se encuentran con la tibia respuesta de los responsables públicos, cuando no, como ha significado por enésima vez el Ayuntamiento, con la directa omisión de su deber. En el «tripartito» sí actúan sobre el problema okupa desde un prisma del mismo: para asesorar a los que se topan con los jueces. Baste recordar que el ya exedil de Servicios Sociales, Rafael Del Castillo (IU), llegó a contratar en la Oficina de la Vivienda a dos abogadas vinculadas a Stop Desahucios para sacar de apuros legales a los caballerosos moradores de lo ajeno. Cuando el problema okupa viene de la otra parte, cuando los residentes en la plaza de la Magdalena , San Agustín, el Realejo, Huerta de la Reina, Palmeras, Moreras, Ciudad Jardín... ponen el grito en el cielo a causa de las molestias, la suciedad acumulada, los trapicheos que rodean a estas alternativas habitacionales, la sensación de inseguridad, etcétera..., el problema llega al despacho de Juan José Primo Jurado , el subdelegado del Gobierno. La seguridad ciudadana depende del Estado, obviamente. Como el Ayuntamiento no tiene competencias en materia de empleo pero, como se jactan en repetirnos, sí arbitran políticas locales dedicadas a generar empleo, riqueza y actividad. Hace unas fechas, ABC publicó un reportaje sobre el fenómeno okupa en Córdoba. El testimonio de un agente de la propiedad inmobiliaria resultó, además de un chiste de Gila, paradigmático: «Cuando llegaba a enseñar un piso a unos clientes, ya me lo encontraba okupado». Así es el sainete.

Cuando en Córdoba nos ponemos estupendos, siempre hablamos del Casco. De las opciones de recuperar la vida en enclaves castizos. De rutas y paseos turísticos. De peatonalizaciones, rehabilitaciones, intervenciones urbanísticas , cooperativas sociales para los patios abandonados, hoteles con encanto, callejas de pellizco y recato, patrimonios de la Humanidad... Pero existe otro Casco al que parece que es mejor esconder bajo la alfombra. Y, lógicamente, este fenómeno okupa es la mejor tarjeta de presentación para hacer del conjunto histórico más grande de España un paraíso incomparable para mudarse, invertir en un establecimiento hotelero, abrir una gastrotaberna, una coqueta tienda de vinos y libros o simplemente dar un paseo con los niños hasta la acera del portal. Hace más de una década, la Junta de Andalucía proyectó una entelequia llamada «Área de Rehabilitación de la Axerquía Norte» donde iba a gastar, decía, 18 millones de euros en rehabilitar dos mil viviendas en la zona, además de levantar equipamientos y...., hete aquí, arreglar la Ronda del Marrubial. Ha debido estar muy ocupada (con «c») en otros menesteres.