Un tiro en el pie

La consulta popular es un meritorio servicio a la radicalidad incompetente . Una bandeja de plata para seis meses más de alimento nitrogenado y atmósfera pesada. Una mano de cartas buenas para quienes ya tienen decidido jugársela en una alternativa sobre este ingenuo PSOE que ve pasar el tiempo ensimismado en la concha de la Alcaldía y desaprovechando la única oportunidad real en cuarenta años de acabar con su famosa « anomalía histórica ». Ítem más, cuando quien dispone de la caja de caudales y la máquina de los permisos es un socio de poco fiar bajo su continuado abrazo del oso. Izquierda Unida observa entre risas de hiena los errores ajenos en el seno de un gobierno compartido, y mientras, se frota las manos. Su estrategia no pasa por remediar un rumbo inexistente y en el que ha precipitado a quien le toca llevar el timón. Su clientela, sus compromisarios, sus intereses están muy claros, hacia ellos dirige sus medidas, su propio desgobierno, entendido como la manera de mirar sólo hacia un lado de la sociedad en un permanente feed-back y frontón. Incluso en su propia pelea interna por encabezar tal cruzada a la izquierda no parece que vaya a exponerse a riesgos mayores.

El desesperado intento por concitar una chispa de luz de doña María Isabel y su titánico proyecto del aire acondicionado en los colegios ha surtido el efecto contrario, dándole, como en el caso de Aumente, una baza más a sus adversarios más íntimos. Tras enumerar, uno a uno, los proyectos sobre los que llevamos hablando toda la vida en Córdoba en su acto de desagravio, y admitir un exasperante retraso -olvidando su particular aportación este tiempo-, su única receta es la del estudiante tozudo que es consciente de sus limitaciones aun cuando intenta con denuedo presentarse a todas las convocatorias posibles.

La hora de los relatos mágicos ha terminado. El tiempo de las liras y la poesía zapateril se ha consumado. Ni los números del PP ni el metalenguaje de las personas..., son los hechos los que avalan una y otra disyuntiva. Y es su hora sin discusión. No es momento de callejeros, inmatriculaciones, plebiscitos, laicismo, cumbres planetarias o los trabajos forzados para aliviar a la Junta de Andalucía. Es momento de solventar el mayúsculo atasco de la Gerencia de Urbanismo , de ofrecer salidas y confianza a los empresarios, a los operadores del turismo, enfangados en batallas internas o resignados a una ciudad sin congresos, de desbloquear Rabanales 21 donde ha querido jugar a la ruleta rusa... Del Cercanías; el tráfico hacia el Centro histórico, el Alcázar de los Reyes Cristianos, el futuro de las Caballerizas Reales y el Centro de Convenciones... Es momento de gobernar, de tomar decisiones, de romper la baraja si hace falta, pero no de suplantar la responsabilidad o llevarla a consultas.