El arte contemporáneo

Faltaban entonces tres horas y pico para que los periodistas se preguntaran, con su costumbre de perder , si la noticia que estaban escribiendo no era una broma de mal gusto. «Oye, ¿esto no será un bulo, no?». «Mira, en la nota de prensa está el sello del Ministerio, así que tira». Por una vez nos estaba pasando algo grande que no tenía que ver con lo importantes que habíamos sido hace siglos: alguien nos elegía y nos ponía en el camino de levantar la vista del ombligo y mirar hacia adelante. Por una vez ganábamos.

Cualquier felicitación a José María Bellido se queda corta. En un año y medio al mando del Ayuntamiento ha conseguido, quizás, más que sus predecesores recientes. Ninguno de ellos se ganó como él la posibilidad cierta de hacer tanto por la capital: ni Aguilar (Rosa: el diálogo y el consenso era esto, que hasta Podemos elogie un proyecto del Ejército defendido por el PP, no estar tres años antes de decidir qué farolas se colocan en una avenida no vaya a ser que algún vecino se moleste), ni Ocaña (Andrés, que en gloria estés: se acabó el pesimismo histórico, adiós al maleficio kafkiano), ni Nieto (José Antonio, vaya con el niño, al delfín no se van a atrever a toserle ya ni los tiburones), ni Ambrosio (Isabel, telita con el tuit de la sobremesa de la jornada feliz dándole las gracias expresa y únicamente a Carmen Calvo).

Y por si fuera poco, en la noche del jueves la misma emisora de radio que le está dando fuerte y flojo a su partido por la gestión de la pandemia en Andalucía y Madrid, por la Gürtel y por la Kitchen le ponía a Bellido una alfombra roja hasta sus micrófonos para alabarlo ante toda España. El hombre insistía en que es aficionado al arte contemporáneo. Quién lo duda.