Para niños y mayores

Lo confieso, me gusta la feria de Córdoba. Primero porque tiene una base histórica. Cuentan las crónicas que en 1665 Simón del Toro y Bartolomé de la Peña , sencillos labradores del barrio del Alcázar Viejo, encontraron un pozo en un cultivo junto a las murallas de la Puerta de Sevilla y dentro hallaron una pequeña imagen de terracota de la Virgen.

Se le dio la advocación de Nuestra Señora de la Salud y la piedad del pueblo levantó en su honor una ermita en aquel mismo lugar, junto al que espontáneamente surgió la feria , vinculada a una feria de ganado.

Cierto: todos los que conocimos la feria cuando estaba en el centro la echamos de menos; el Arenal es un desierto y sus árboles ni crecen, ni dan sombra desde 1994 ; muchos cordobeses se quitan de en medio y se van a la playa los últimos tres días de feria; y no paramos de discutir si es mejor el modelo de feria de Córdoba, de Sevilla o de Jerez. Pero ante todo la feria será lo que queramos los cordobeses con nuestra actitud cuando vamos a ella.

A mí me gusta porque siempre es un lugar abierto de encuentros y reencuentros, de convivencia y sorpresas, de citas preparadas e inesperadas, de alegría colectiva. Todos tenemos un lugar en ella. «Para niños y mayores», proclamaba el viejo eslogan para atraer a la gente. Y es verdad, jóvenes, mayores, niños, tienen sus espacios. Impagable ver la ilusión de los más pequeños y no tan pequeños al montarse y disfrutar de las estupendamente definidas con el nombre: «atracciones». Por todo eso, estoy deseando que pase un año y se vuelva a iluminar la portada.