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Opinión

Peatonismo

Vivimos en una hiperregulación asfixiante de cada minúsculo quehacer que ni se cumple ni sirve

Dos ciclistas por una calle peatonal de Córdoba Valerio Merino
Francisco Poyato

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Ordenar el trasiego de bicicletas y patinetes eléctricos no es un tema menor. Aunque estemos en el centro de una tormenta pandémica que los conspicuos calificarían como perfecta. Aunque pisemos terrenos movedizos al borde de un precipicio económico. No hay que perder de vista ... a la cotidianeidad y el lugar común de lo cercano, aunque sea para olvidarnos un instante de lo primordial. El Ayuntamiento de Córdoba ha dado un paso adelante para regular el tránsito de unas y otros (y sus derivados), después de que hace un año la Dirección General de Tráfico fijara una serie de instrucciones generales para que las ciudades y los pueblos pudieran tomar las riendas de un fenómeno que pasaba de capricho de Reyes Magos a medio de transporte en toda regla para desplazarse al trabajo o perseguir atardeceres. Para fardar o alborotar las plácidas caminatas. Las bicicletas han dejado de ser para el verano y la movilidad en dos ruedas alcanza cotas importantes a diario o en el recreo dominguero, lo cual obliga, obviamente, a ordenar la convivencia en la calle de ambos, los coches y el peatón . Y aquí nuestro gobierno municipal se ha puesto filosófico y copernicano para situar al peatón —el gran olvidado, por cierto— en el centro mismo del universo de la movilidad. Principio inspirador de la nueva ordenanza en ciernes y en torno al cual giren el resto de «planetas».

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