Perdonen las molestias

Una mañana fría de invierno

Ni nuestro colega Vic ni yo sabíamos que la vida le preparaba una trampa mortal que antes de ayer dictó su epílogo

Vic, durante la entrevista Valerio Merino

La mañana del 12 de diciembre de 2019 se levantó fría pero soleada. En la terraza de la cafetería Gótica, frente a la Ciudad de la Justicia , corría una leve brisa de invierno mitigada por esos toldos que hoy enjaulan las calles de ... media España. Vicente Torres Esquivias llegó puntual como un reloj suizo. O mejor dicho: como la viñeta de un dibujante a la hora del cierre.

Tomamos asiento sin demasiados preámbulos. Un café con leche y un cortado. No recuerdo si también media tostada de aceite y tomate. Cualquiera sabe. No siempre se entrevista a un colega de la Casa . Mucho menos a un dibujante que se ha ganado por méritos propios el trono del humor gráfico local. Vic estaba allí sentado porque yo lo había llamado por teléfono tres o cuatro días antes. Había descolgado el móvil con esa voz parsimoniosa y flemática y había aceptado sin evasivas (pero sin entusiasmo) sentarse frente a la grabadora.

En treinta minutos y diecinueve segundos desgranó su biografía como un muñecarro cuenta una historieta sobre la cartulina. Con ese humor punzante pero sobrio con que Vic ha iluminado cada mañana las páginas de ABC Córdoba durante nada menos que nueve años consecutivos. En eso, en la parquedad sin concesiones, exhibió un rasgo muy cordobés. Pocas palabras pero afiladas. Y una mirada socarrona capaz de diseccionar la realidad circundante con la precisión de un bisturí.

Por eso, quizás, ha tropezado alguna vez que otra con los estrechos límites de lo políticamente correcto. Como en aquella ocasión en que lo despidieron de un rotativo porque tuvo la infausta idea de meterse con la madre de un etarra . O aquella otra en que una viñeta suya se cayó del periódico en que colaboraba hace años para no herir la sensibilidad cofrade . Eso son gajes del oficio. Accidentes laborales a los que Vic apenas prestaba atención aquella mañana fría de invierno.

Porque, al fin y al cabo, para nuestro querido viñetista todos los arquetipos que vagan ingrávidos por la vida de una ciudad una vez que pasan por el trazo maestro de su lápiz se convierten en personajes entrañables que llaman más a la compasión que a la mofa. Los alcaldes, los empresarios, los plateros, los concejales, los cofrades, los peñistas y hasta los agentes de tráfico en sus recuadros parecen seres atrapados en el absurdo de un mundo a veces grotesco, a veces indescifrable.

Vic ha sido viñetista porque tenía que serlo. Porque las manos se le iban sonámbulas al lápiz mientras el profesor explicaba los quebrados en la pizarra. Hasta tal punto de que alguna vez lo botaron de clase por pintarrajear curas en lugar de raíces cuadradas. Desde entonces, no ha hecho sino radiografiar la condición humana al modo en que Valle Inclán retrató el esperpento a través de los espejos deformantes del Callejón del Gato.

Aquella mañana fría de invierno, ni nuestro colega Vic ni yo sabíamos que la vida le preparaba una trampa mortal que antes de ayer dictó su epílogo. El genial dibujante deja familia, amigos y un puñado de cajas con más de 5.000 viñetas que han sido la obra irrepetible de su vida. Esos seres pintarrajeados que vivirán inmortales en l a memoria inextinguible de Córdoba .

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