Verso suelto

Riesgo cero

El valiente convive con el peligro y el cobarde se aferra al miedo para librarse de hacer las cosas

Limipieza en un instituto de Córdoba tras su reapertura este septiembre Valerio Merino

El riesgo puede ser un peligro con el que se convive o un ancla a la que agarrarse para no naufragar. Cuando tenían que sacar a sus hermandades a la calle en Semana Santa , los cofrades empezaban a preguntar en enero por las ... probabilidades de precipitaciones , y al llegar la mañana en que tenían que sacar a sus pasos de la iglesia insistían en medir esos porcentajes que nadie era capaz de interpretar. Un 45 por ciento no asustaba a los optimistas , pero era suficiente para que quien tuviera una cuadrilla levantisca de costaleros, o una banda que había timado al experto musicólogo del equipo de auxiliares, decidiese que se quedaba en casa. Con esos números, el paso recién dorado y las puertas tan chicas que hay en Córdoba no se puede salir. El valiente convive con el peligro porque sabe que estar de brazos cruzados da muchas más cornadas que la incertidumbre; el cobarde se aferra al riesgo y al miedo para librarse de hacer las cosas, porque si se queda al brasero calentito en la mesa camilla tampoco sufrirá las consecuencias.

Desde que el Gobierno concedió a sus súbditos la gracia de devolverles el derecho de reunión y la libertad de movimiento, muchos han convivido con el riesgo y la incertidumbre para poder abrir la persiana de sus negocios y otros pocos todavía están diciendo que le tienen miedo al coco del Covid-19 , porque en el fondo saben que no perderán ni un céntimo si dicen que no se sienten seguros. Habrán visto el meme que ha circulado en estos días: «¿Se darán cuenta los niños de que para tener 14 días de vacaciones les basta con toser ?». El botón del pánico del que no teme por la financiación de su nómina es tentador y aún sí yo pienso que lo pulsarán muy pocos.

La delegada de Educación de la Junta de Andalucía en Córdoba, Inmaculada Troncoso , ha dicho algo que saben los camioneros que todos los días se van a hacer kilómetros con vehículos de mucho peso y los que tomamos la bici para ir a trabajar, los que tienen que dar a los demás bolsas de fruta y los que devuelven al perchero la ropa que otros se han puesto y han descartado: el riesgo cero no existe . Nadie puede asegurar que esos profesionales volverán sanos a casa y nadie puede tampoco garantizar que los profesores y los alumnos que están a punto de regresar al colegio esquivarán el coronavirus durante todo el curso.

La mayor parte de los profesores querrá convivir con el riesgo para atender a sus alumnos y gestionará la situación con los pocos recursos que tenga. Casi todos los padres instruirán a sus hijos para que se protejan y no se aferrarán a las cifras para dejarlos en casa. El problema es que quienes hablan cuando se dice «los profesores» o «los padres» son sindicatos o asociaciones que hace mucho que desviaron el camino recto con que se habían fundado para que sus actos tengan una inclinación política. Que levante la mano quien no haya recibido textos de plataformas parentales que proclaman su independencia política -«excusatio non petita»- y tres líneas más abajo insisten en que hay que proteger la salud de los profesionales de Córdoba o de Cádiz porque ha habido un brote virulento en Santoña o en Lloret de Mar .

El riesgo es un salvavidas tentador y en el fondo su presencia consuela a quienes sueñan con carguitos si las consecuencias perjudican a los enemigos de sus amigos. Cualquier día se despiertan desilusionados y llorando al ver que no hay casos en los colegios o que ha aparecido una vacuna .

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