Córdoba 1929

Valga como ejemplo que mientras de las dieciocho puertas que tuvo la muralla sevillana, hoy solo se conservan tres -la más importante, la de la Macarena-, de la muralla cordobesa perviven las puertas del Puente, de Sevilla, de Almodóvar, del Rincón y los arcos de Caballerizas Reales , de Belén y del Postigo .

Hace unos días asistí en la capital hispalense a la lectura de la tesis doctoral de Juan Manuel Becerra García «La conservación de la ciudad patrimonial. El planeamiento urbanístico como instrumento para la protección», galardonada con el Premio Memorial Blas Infante en 2019 y publicada por la Editorial Almuzara en este año. Tuvo que ser en Sevilla donde escuché toda suerte de elogios para el Ayuntamiento de Córdoba por convertirse en 1929 en la primera ciudad española en acogerse al Real Decreto Ley, de 9 de agosto de 1926, sobre Protección y Conservación de la riqueza artística , para proteger la zona más importante de su casco urbano. Así, en 1929 la parte vieja de Córdoba fue incluida en el Tesoro Artístico Nacional por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Esta parte vieja comprendía la totalidad de la Ajerquía o distrito oriental y la zona sur de la Villa, antigua Medina islámica, que incluía principalmente el barrio de la Mezquita-Catedral .

Dañino el siglo XIX para el patrimonio, por igual, en todas las ciudades españolas, sin embargo, Córdoba evitó así que el destrozo patrimonial con derribo de murallas, puertas, monumentos y falta de normativa urbanística para proteger los centros históricos, extendido hasta los años sesenta del siglo XX en otras urbes, prosiguiera aquí. Incluso se perseveró en ese camino: el Plan General de Ordenación Urbana de 1958 amplió la delimitación de la zona Histórico-Artística, incluyendo los sectores central y nordeste de la Villa, así como el barrio del Alcázar Viejo ; y el PGOU de 1986 estableció una delimitación del casco histórico aún superior al de 1958. Las posteriores declaraciones de Patrimonio de la Humanidad para la Mezquita-Catedral (1984) y el Casco Histórico (1994) se gestaron en 1929 .

En una Córdoba rácana en valorar a sus hijos, a los que, sin embargo, se les reconocen sus valores fuera de ella, no está de más apuntar aquí que fue José Cruz Conde, alcalde de la ciudad entre 1924 y 1926, el que inició la transformación de Córdoba y la preservación y puesta en valor de nuestro patrimonio. Y que cuando él se trasladó a Sevilla como gobernador civil y comisario de la Exposición Iberoamericana de 1929, fue su hermano Rafael, alcalde entre 1927 y 1929, quien completó su labor.