Pretérito Imperfecto

El relincho abstracto

Ahora que el estrambote de Caballerizas Reales parece resolverse, la culpa es de Kandinsky

Un jinete a contraluz se ejercita por la pista central de Caballerizas Reales con el edificio principal al fondo Valerio Merino

Aunque cueste entenderlo, también en el mundo del caballo cordobés hay críticos y oficialistas. También hay apocalípticos e integrados. Conservadores y progresistas... Como en el vecinismo militante, los parcelistas y peñistas, los artistas, las plataformas de padres y madres de turno y los divinos arquitectos. ... Y hasta gente sin equino que sería capaz de aburrir a Álvaro Domecq con sus clases de doma vaquera.

Pisando el campo, la potencia de la yeguada cordobesa es incomensurable. El trabajo de la cría y la pura ganadería , excelente. Su impacto económico, no reconocido. Sin embargo, poco conocemos de ello, o tal vez debamos asumir la culpa de contarlo mejor. Porque precisamente ahí es donde está la fuerza para poder exigir el sitio que Córdoba se merece en el mundo ecuestre : por historia, por ciencia, por escaparate agroganadero y por enclave.

Ese mismo potencial traducido a peso específico es el que hubiera servido para dar carpetazo mucho antes al lamentable culebrón de la cesión de Caballerizas Reales , que se va a comer más de veinte años para que las llaves y la escritura de propiedad reposen en un cajón municipal.

Ahí es donde el llamado sector ecuestre cordobés debería calibrar sus movimientos y su enjundia, y no en debates surrealistas, nunca mejor dicho, sobre si es idóneo o un atentado contra la leyenda del Caballo de Pura Raza Español habilitar una sala de arte contemporáneo con apenas dos mil metros cuadrados en un recinto que ocupa más de treinta y cinco mil (incluso más que la Mezquita ) y que va a ser cedido para convertirse algún día en el Centro Internacional del Caballo , del que también llevamos hablando una retahíla de años. Menos que del dinero que costará y quién lo va a pagar.

La absurda polémica a la que hemos asistido esta semana en relación al planteamiento -ya fijado por el Ayuntamiento de Izquierda Unida hace más de una década- de convertir una planta del recinto que construyó Felipe II con 8.000 ducados en una ventana a las grandes pinacotecas contemporáneas del país, vuelve a caer en el manido cliché de una ciudad que entrega sus afanes en trabarse a sí misma cada vez que intenta avanzar.

En esta ocasión, el caballo ha sido la excusa, porque el sentido común apremia a valorar que si Caballerizas Reales puede contar con más atractivos , tanto mejor será para todas las actividades que el sector ecuestre sea capaz de desarrollar a lo largo y ancho -más de treinta y cinco mil metros cuadrados dan mucho de sí- de una de las manzanas patrimoniales más valiosas de Córdoba.

Mis ojos han visto desde comilonas hasta presentaciones de coches o tenderetes de mercadillo y expositores de joyas en el sancta sanctorum del pura raza español. Y hasta mis oídos han escuchado cantos de sirena sobre posibilidades del ocio nocturno frente a cuadras y torreones. Y nadie se rasgó las vestiduras. Ahora que las llaves están a punto de entregarse y se pone el foco para acabar con otro de los estrambotes de esta ciudad, la culpa es de Kandinsky . Un relincho abstracto.

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