Crónicas de Pegoland
Cuerda
¿Sería posible rodar «Amanece que no es poco» con el estándar puritano que nos gastamos en estos tiempos?
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Iniciar sesiónSe ha muerto, no sabemos si bien, un genio como José Luis Cuerda y se han llenado las conversaciones de las frases de «Amanece que no es poco», que es el acercamiento patrio al humor de Groucho Marx pero con boinas y tricornios. ... No tanto al de las pelis que rodó con sus hermanos como el de libros tan brillantes como «Memorias de un amante sarnoso» o «Groucho y yo», cuya lectura les recomiendo vivamente. Cuerda fue capaz de condensar en hora y pico toda la malicia de la lengua popular, el desdén por la cultura pija, el mensaje político de fondo y esa tradición surrealista tan de los que somos o trabajamos aquí. En una peli rara, inclasificable, que se ha convertido en objeto de culto tras ser despellejada por crítica y público.
Tengo serias dudas, sin embargo, de que Cuerda hubiese podido rodar ni un metro de cinta de algunas de sus maravillas más irreverentes en la España de hoy. Pongamos por caso la archifamosa escena de Luis Ciges en la cama espetándole a Antonio Resines lo de «supongo que me respetarás, Teodoro». No cuesta imaginar que implicaría una protesta inmediata de colectivos que defienden las nuevas masculinidades. O lo de «minoría étnica pero negro como el tizón» obligaría a disculpas públicas más la retirada del catálogo de Netflix para que ninguna persona de color se sintiese aludida por un comentario discriminatorio.
Aquella fabulosa demanda para que Fedra Lorente fuese «comunal y turgente, a ser posible» nos llevaría inevitablemente a un lío con alguna asociación feminista por cosificar a la mujer. Por supuesto, el título entraría de forma inmediata en un listado de películas y libros de moral distraída que se está haciendo cada vez más largo. No faltaría quien, tras ver a Sazatornil ataviado como mando de puesto de la Guardia Civil recriminando a un detenido su intento de plagio de Faulkner , soltara una diatriba psicodélica de que a las fuerzas de seguridad del Estado se las respeta porque representan la voluntad constitucional fundamentada en la soberanía nacional.
La elección de la puta del pueblo por voluntad popular, del mismo modo que el alcalde, provocaría un serio debate para corregir los intentos de un cineasta por normalizar la prostitución, cosa horrible por supuesto. Se le reprocharían hasta el uso de las calabazas por parte de algún colectivo vegano y no faltaría algún debate sobre la maternidad correcta a aquellas señoras que recibían a sus niños a voz en cuello cuando volvían del campo con ese « hijo mío de mi corazón, carne de mis entrañas ». La aparición de cabras generaría las sospechas de colectivos animalistas por si han sido correctamente tratadas durante el rodaje. Y el retrato de la España vaciada haría que algún líder de opinión dijese que normal que en los pueblos de Albacete no viva nadie si desde la capital se retrata a sus vecinos de esta guisa. Como gente que tiene conversaciones sobre Dostoyevski.
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