Anticipación

El señor Bellido no hace nada distinto de lo que han hecho sus colegas de la función pública desde que un bichito insignificante atravesara medio globo terráqueo y pusiera el mundo patas arriba. Es decir. Señalar a otros . En estos tres meses España se ha convertido en un hervidero ensordecedor de dedos acusatorios. El líder de la oposición apuntando al presidente, el vicepresidente al consejero, el consejero al ministro, el ministro al alcalde, el alcalde al diputado, el diputado al director de Salud Pública y todos juntos a un tal Fernando Simón . Que pocas pedradas se ha llevado el pobre hombre mientras usted se zampaba un plato de choco con patatas delante del telediario.

No podemos decir que el señor Bellido se haya distinguido por su virulencia. Desde luego que no. Otros han repartido mandobles a manos llenas. Pero, ahora que cumple un año de mandato, no ha querido perder la ocasión de sacar pecho. Y sacar pecho es un verbo que se conjuga a costa de los demás. Por eso, ha subrayado que su gestión frente al coronavirus ha sido «mejor que otras ciudades» . Así. Con todas sus palabras.

No ha precisado a qué otras ciudades se refiere ni en qué aspecto ha destacado por encima de ellas. Teniendo en cuenta además que los ayuntamientos tienen menos competencias sanitarias que una liebre de campo y su capacidad de previsión epidemiológica es cero patatero. Que se nos venga ahora al occipital derecho, la única decisión para evitar el contagio que un equipo municipal tenía a su alcance competencial era suspender la licencia de veladores. Y, en efecto, el señor Bellido decretó su suspensión el 13 de marzo. Es decir: el mismo día en que el señor Sánchez anunció públicamente el estado de alarma.

La cuestión no tendría mayor relevancia si algunos de sus correligionarios no llevaran tres meses y un día dando la monserga con que conocían la dimensión de la pandemia desde mediados de febrero. Es entonces cuando cae la pregunta por su propio peso. Si tenían esa información perfectamente acreditada, ¿por qué no avisaron al alcalde Bellido para que suspendiera la licencia de veladores cuatro semanas antes? ¿Por qué permitieron que sus vecinos siguieran soplando vermú con rodajitas de naranja mientras el coronavirus se apoderaba del planeta?

Sacar pecho a toro pasado es una práctica muy española. Tan española que si no lo sacas te confunden con un turista japonés paseando por la Judería un lunes de agosto a las cinco de la tarde. Y eso sí que no. Aquí saca pecho a toro pasado hasta el señor Bendodo. Que aún nos quiere convencer de que el vendaval del coronavirus no se ensañó con Andalucía por obra y gracia de la capacidad anticipatoria del Gobierno andaluz . Y oiga.