A eso ha sonado la música de la Virgen de la Palma y las lágrimas de quienes aguardaban en la abarrotada plaza. A esperanza que se ha cumplido poco antes de las diez de la mañana, cuando se ha puesto en la calle la cofradía.
Tras la difícil salida del atrio, el misterio de la Borriquita se ha puesto a andar majestuoso. Había lágrimas furtivas que se secaban rápidamente, quizá porque no daban crédito a que después de dos años de dolor y suspensiones fuese posible ver a una cofradía en la calle.
Con toda majestad ha avanzado el misterio por la plaza, como si un Domingo de Ramos de verdad no fuesen posible más que cornetas , pujanza, el paisaje de capirotes blancos que avanzan. Un tapiz multicolor de flores servía de alfombra a Jesús de los Reyes, entrando en Jerusalén, como dicen las escrituras esta mañana en las iglesias.
Después ha llegado, leve, maternal, elegante, la Virgen de la Palma. En la plaza ha sonado 'Siempre la Esperanza' y la emoción se ha hecho densa, porque era cierto, porque no era vano. El Domingo de Ramos vuelve a ser la primera página de una Semana Santa con pasos en la calle .
Ya marcha camino de una carrera oficial engalanada y de una Catedral que no ve nazarenos desde el año 2019, y la ciudad despierta por el son de sus tambores. La esperanza se ha cumplido.
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