contramiradas
«Este modelo social nos lleva a la destrucción»
Eduardo García vive en el corazón de la exclusión social. Por eso vive en rebeldía y habla con la claridad de un venero de agua fresca. Pongamos el oído
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Córdoba
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Iniciar sesiónLo primero que hay que saber cuando uno se sienta delante de un trabajador social es que el lenguaje no es inocente. Las palabras condenan a las personas. Las prejuzgan, las encapsulan y las estigmatizan. Eduardo García sabe que el lenguaje es un campo minado. ... Por ejemplo: él no siente que «ayude» a los demás. Los «acompaña». Está a su lado. Ni qué decir tiene de algunos vocablos hirientes que aún circulan sin freno. Maleante. Vagabundo. Tampoco recibe de buen grado el término «indigente». O la expresión «sin techo» formulada como un sustantivo. Y lo aclara: «Una persona no es un 'sin techo' ni un 'sin hogar'». Se trata de definir una situación temporal y no de encasillar a seres humanos por una circunstancia concreta. Aclarado queda. Eduardo García (Montilla, 1971) fue el primer técnico social de la Fundación Prolibertas.
Un día lo llamó la orden de los Trinitarios y le propuso poner en marcha una ONG que integrara toda su acción humanitaria. De eso hace ya 21 años. Se instaló en el convento de Antequera, sede de la Fundación, y coordinó todos los trabajos administrativos de la organización. Hoy Prolibertas tiene sede en Madrid, Valdepeñas, Sevilla, San Fernando, Algeciras y Córdoba, con un notable despliegue de programas de intervención social.
Ahora es delegado de la sede cordobesa, cuyo proyecto más emblemático es el comedor social de los Trinitarios. Son poco más de las 10.00 de la mañana y la cocina registra una actividad febril para preparar las casi 120 comidas que se servirán a personas sin hogar. Se enciende la grabadora. Y Eduardo García no se anda con paños calientes para examinar una realidad que se nos cae de las manos.
El comedor de Los Trinitarios batió su marca histórica de atenciones en 2020 y repartió 31.153 menús
La Fundación constató el afloramiento de un nuevo tipo de demandante: personas a las que el Covid dejó sin empleo
-Primero fue el crack financiero de 2008, luego la pandemia, la guerra de Ucrania, la crisis energética y ahora la inflación. ¿Qué clase de plagas bíblicas estamos padeciendo?
-No es una plaga. Es una constante. No sé si del ser humano, pero sí del modelo de sociedad que tenemos. El modelo capitalista produce situaciones de injusticia social. Hay personas que viven en la abundancia y otras que no tienen sus derechos mínimos garantizados.
-¿Hay que cambiar el modelo?
-Yo creo que sí. Este modelo capitalista nos está llevando a la destrucción total. Estamos viendo el cambio climático, la falta de agua, la sequía. Un modelo de consumo que está destruyendo el planeta y el ser humano. Hay que buscar otros modelos más sostenibles, ambiental y humanamente. --
-¿Hay pobres porque hay ricos?
-Todas las personas tendrían que tener lo mínimo para vivir con dignidad. Esa es la clave. Nosotros, como entidad que bebe del Evangelio, apostamos por un mundo diferente donde todos los bienes deben ser puestos al servicio de la humanidad. No entendemos que haya personas que acumulen una cantidad enorme de riqueza y otras duerman en la calle.
-La caridad no es suficiente.
-Por supuesto. Como creyentes, apostamos por la justicia social. Tiene que haber una transformación de las personas y del mundo en que vivimos. No basta decir «soy una buena persona y voy a ayudar a los que no tienen». O a los desfavorecidos, que, por cierto, es una palabra que no me gusta. Parece que es gente con mala suerte.
-No es amigo de la meritocracia.
-Hay personas que no tienen la capacidad de mejorar su destino. Si naces en un entorno empobrecido donde tus referentes son la delincuencia, la violencia y la subsistencia, ¿cómo vas a tener posibilidad de aspirar a algo más?
-Si el comedor trinitario es un termómetro social, ¿qué temperatura marca ahora?
-Está en rojo desde hace bastante tiempo. Antes de la pandemia, teníamos unos números muy altos de gente que venía al comedor. En la pandemia, el termómetro se rompió. Ahora está funcionando la red pública y algún colchón se ve que hay.
-En 2020 se repartieron más de 30.000 almuerzos. ¿En qué planeta vivimos?
-En un planeta que no es sostenible. Parece que la pobreza es una cosa de hace siglos. La cola de la sopa boba, cuando iban los pobres menesterosos que vagabundeaban por la calle. Pues ahí está la cifra: en Córdoba el año pasado un comedor tuvo que dar más de 30.000 comidas a personas vulnerables. ¿En qué mundo vivimos? Esa pregunta me la hago todos los días.
-¿Y qué se responde?
-Que soy un afortunado. Y que tenemos que luchar por transformar estas circunstancias para que cada vez haya más personas que se puedan sentir afortunadas.
-¿Y cuántos grados registra la temperatura de la solidaridad?
-Últimamente la veo un poco más apagada. No sé si por tanta desesperanza. Córdoba es una sociedad solidaria. Este comedor ha subsistido durante muchos años gracias a la ayuda de la gente. Aquí no han faltado amas de casa que vengan con un carrito de la compra.
-Usted ha dicho: «Vivimos en un mundo injusto, con un sistema injusto, que produce graves injusticias». ¿Qué se puede hacer?
-Muchas cosas. Lo primero es tomar conciencia personal y generar cambios en tu entorno. Hacer nuestra vida lo más justa, sostenible y social posible. Y otra cosa: hace falta reivindicación política. La democracia no es solamente soltar la papeleta cada cuatro años.
-La factura de la luz se ha duplicado en un año, exactamente igual que el beneficio de las eléctricas. ¿Algo que añadir?
-Eso me parece indigno. Y, en términos de religión, es un pecado.
-¿Mortal o venial?
-De eso no se salva nadie ni pagando indulgencias. Produce una indignación enorme ver como macro empresas generan grandes beneficios a costa de la pobreza de la mayoría de la población. En las eléctricas o los bancos. Cada vez las personas mayores están más excluidas del sistema por la banca digital. Hay personas que no tienen internet o no saben manejarse con esa tecnología. Es otro tipo de pobreza.
-250 personas duerme cada día en la calle en Córdoba.
-Son números del conteo de noviembre que anualmente hace la Red Cohabita. Es una foto fija de un día. Y solamente de las situaciones extremas de exclusión. Hay muchas más personas sin hogar que no vemos.
-¿Qué necesita una persona sin hogar: techo o afecto?
-Lo primero que necesita es vivienda. Pero el hogar no es solamente una vivienda. Es mucho más. Por eso hablamos de «sin hogar» y no «sin techo». El hogar conforma un conjunto de relaciones que nos hacen ser personas. No somos animales individuales, sino sociales.
-¿Qué historia humana le quitó el sueño?
-Hay muchas personas que me conmueven. En este trabajo, en el momento en que dejes de sentir o ponerte en la piel del otro es mejor que te dediques a otra cosa. A mí hay dos situaciones que me producen gran indignación: las mujeres y las personas con enfermedad mental en la calle. Son los pobres entre los pobres. Y la salud mental es la asignatura pendiente de nuestro país.
-¿Tocar fondo tiene retorno?
-Por supuesto que sí. Hay personas que salen adelante y vuelven a tener una vida normalizada. Estamos rodeados de situaciones así, aunque no tantas como desearíamos.
-¿Y quién cuida al cuidador?
-Tratamos de cuidarnos nosotros mismos. De animarnos y darnos afectividad. Y luego de protegernos. Yo intento desconectar cuando salgo del trabajo, conectar con mi familia y proteger mi salud mental.
-¿Qué ha aprendido del comedor social?
-Que la capacidad de resistencia del ser humano es sorprendente. Que la dignidad de las personas es algo sagrado. Y que hay gente maravillosa, que te sorprende cada día. Estamos rodeados de buenas personas.
-¿Qué le pide a la autoridad competente?
-Lo primero sensibilidad. Sin sensibilidad no se llega a nada. La capacidad de sentir y compadecer. Y le pido competencia. Necesitamos personas competentes. No cualquiera puede ser autoridad. Y, si no eres competente, ten la inteligencia de reconocer que necesitas rodearte de gente o aprender. Me encuentro con muchas autoridades que no saben y que no se dejan aconsejar.
-¿Hay salvación para los indiferentes?
-Salvación hay para todo el mundo. Pero la indiferencia es uno de los grandes peligros de la sociedad.
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