MIRAR Y VER
La inocencia
Es un acto de rebeldía ante tanta sospecha, un desafío sin precedentes, una elección valiente hacia la bondad del ser humano
El alcalde de Córdoba y su mensaje de Navidad: «Deseo seguir creciendo en vivienda de protección oficial y social»
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Iniciar sesiónLa Navidad es tiempo de infancia, de la niñez de los que crecen en ella y de los que aún no han dejado de ser el niño que fueron. «Os ha nacido un niño». Esta es la gran noticia de la Navidad: un ... Dios que nace, un Dios que se abaja, que se hace pequeño. Por eso, no he podido resistirme a escribir sobre la inocencia.
La solemne misa de Navidad en la Catedral de Córdoba, en imagenes
Valerio MerinoEl obispo de la diócesis, monseñor Demetrio Fernández, ha oficiado la liturgia
Inocencia significa condición de no culpable. Se acerca del día de los Santos Inocentes, y pienso en los muchos inocentes de hoy, pobres, marginados, sufrientes, culpables de nada, que nos alertan de nuestra injusta complicidad. También expresa la cualidad del que no hace daño. Así entendida, la inocencia está denigrada, tan denostada, tan ridiculizada, tan venida a menos, que ser inocente es casi un insulto. En nuestra época, hablar de ella puede resultar irrazonable, cursi o inútil. Sin embargo, la inocencia es el valor imprescindible para poder mantener nuestra humanidad intacta.
La inocencia no es solo la característica de una etapa de la vida, sino un estado, una actitud poderosa que hay que conservar. Decía Ana María Matute: «Nunca me he desprendido de la infancia [...]. La inocencia es un lujo que uno no se puede permitir y del que te quieren despertar a bofetadas». La sociedad proclama la perdida de la inocencia como requisito de la adultez, que se es más adulto cuanto más se gana en desconfianza y se mengua en certidumbre y que es necesario perderla para ver el mundo tal cual es: duro, abrupto y doloroso. «Date cuenta», sentencian para conseguir adeptos. La credulidad, el candor, la ingenuidad, la sencillez son consideradas incompatibles con la madurez. Pero la inocencia no es sinónimo de ignorancia. Todo lo contrario, no es falta de conocimiento, sino posesión aquilatada de un saber exento de prejuicios, sin temor al juicio ni al rechazo, que ve la realidad como acontece.
La inocencia conservada conscientemente es un rasgo de libertad, al elegirla sobre la zorrería, la mal entendida astucia y las artimañas interesadas. Inocencia es permanecer en el asombro en un mundo tan harto de tantas cosas que nada le parece nuevo, tan pagado de su poder que no tiene de qué maravillarse y que ya olvidó la alegría de la sorpresa. Inocencia es rechazar el estar de vuelta de todo y el orgullo prepotente del soberbio. Es ser niño siempre curioso, para preguntar hasta encontrar respuestas, para buscar hasta comprender el sentido. La inocencia es confiar siempre, a toda costa y en cualquier situación, confiar en la inocencia de los otros, pase lo que pase, y en la propia inocencia a pesar de lo mucho visto de uno mismo. La inocencia hoy es un acto de rebeldía ante tanta sospecha, un desafío sin precedentes, una elección valiente hacia la bondad del ser humano. Lo siento por Herodes.
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