La Graílla
Generación Sánchez
Crespín habla de reconstrucción en el PSOE de Córdoba y puede ser para renovar, pero también para levantar un edificio como quiere el presidente
Poeta sin pedestal (15/6/2024)
De la forma en que la secretaría general del PSOE de Córdoba, Rafi Crespín, se zafó de las críticas de los que pedían cambios para frenar la sangría de votos apenas sobresalen dos palabras: reconstrucción generacional. Las demás tienen que ver con ... la actitud de la dirigente que está herida, pero aún conserva fuerzas para mantener el cetro y sobre todo es consciente de que sus enemigos no serán todavía capaces de derribarla, pero lo de que estaba empeñada en una reconstrucción generacional lo dijo dos veces con el mismo sintagma.
Con ellas parecía querer decir no ya que a los que le habían pedido que se marchara, todos mayores que ella, se les hubiese pasado el arroz y quisieran aspirar a puestos que corresponden a gente más joven, sino también que de alguna forma sus ideas y su forma de entender el socialismo y aquel partido que en su día fue sinónimo de poder absoluto también estaban antiguas.
Los que la miren con mejores ojos dirán que eso se llama renovación, y que el PSOE de Córdoba, andaluz en definitiva, tiene que reconstruirse después de haber dejado atrás los 40 años de régimen en la Junta, con la Alcaldía de Córdoba cada vez más inaccesible y la Diputación Provincial que antaño dio puestos a tanta gente ahora en manos del PP, y no parece que sea por un paréntesis breve. Los que perdieron en su momento tendrían que dejar paso a una nueva etapa, porque las reconquistas no se pueden cimentar en ejércitos derrotados.
No le faltaría razón a Crespín si así fuera, pero cuando se mira lo que fue en algún momento el PSOE y lo que es ahora late también la sospecha de que la reconstrucción generacional en realidad habla de levantar un edificio distinto con el mismo nombre y en la que lo que resulte sea algo más parecido al partido que lidera Pedro Sánchez con mano de hierro, sin debate interno y con todos sus miembros obligados a comulgar con las ruedas de molino de los cambios de postura y a aplaudir que haga con entusiasmo lo que juró que jamás haría.
Los viejos socialistas que conocieron otro tiempo y otros líderes harán bien en echarlo de menos, pero de las críticas de quienes ya no están queda el mismo sabor de boca que cuando se ve a antiguos ministros de Felipe González rajar del partido rodeados por los elogios de contertulios que hace treinta años auguraban catástrofes si seguía ganando elecciones. Sí, da lástima verlos confirmar la opinión de los que nunca los votaron.
Quizá aquel partido que un día representó a la mitad más uno de los españoles cambió porque sus dirigentes evolucionaron hacia posiciones más radicales o tuvieron que infectarse de nacionalismo sabiendo que no tendrían el poder si no fuera por ellos, pero será vano distinguir, ni en este ni en ningún partido, entre quienes asienten por convencimiento íntimo de que hacen lo mejor para el bien común y los que jalean sabiendo que el líder los sentará en el mejor sitio del banquete.
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