Pasar el rato
Reproche a la naturaleza
A Dios hay que pedirle buena lluvia durante toda la vida, y un río como el Guadalquivir durante toda la muerte
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónA Córdoba, que tantas cosas bellas tiene, le falta agua. En Córdoba se sigue mirando al cielo con inquietud, como probablemente hacían los contemporáneos de Claudio Marcelo, que antes de ser una calle fue el fundador de esta ciudad. Por si el cielo, tan ... callado, nos suelta un discurso que pone en pie los pantanos. El hombre ha domesticado la naturaleza, pero se le resiste la lluvia. Y el sol. Y el aire. Y los malos sentimientos. Una gota de lluvia en los labios de la amada, y poco más puede pedirse a la poesía amatoria. Una borrasca con nombre de mujer extranjera le ha dado su poquito de esperanza al Guadalquivir cordobés y a los embalses. Cuando la naturaleza se lo propone, puede ser jubilosa. Y lo ha hecho en 24 horas. Tampoco necesitaría mucho esfuerzo más, si se tomase las cosas de llover en serio. Y en Córdoba no se las está tomando en serio. No son los cordobeses un pueblo falto de comprensión con las debilidades ajenas. Pero la naturaleza se está pasando con Córdoba. Y su comportamiento profesional está más cerca del horario de trabajo de Pablo Iglesias que de la perseverancia que caracteriza a los grandes emprendedores. La naturaleza no está haciendo bien su trabajo en Córdoba. Menos sol en agosto y más agua en abril, que aquí no llega ni al diez por ciento del refranero. En Córdoba, en abril, la lluvia no llena el barril. La naturaleza debería dejarse en Córdoba de esas florituras de hiriente cielo azul y pertinaz sol de primavera en enero, y dedicarse a fabricar lluvia. A Pablo Sarasate le dijeron en una ocasión que era un genio, y el genial violinista navarro reaccionó así: «He practicado 14 horas diarias durante 37 años y ahora me llaman genio». Pues la naturaleza, como Sarasate. Catorce horas diarias preparando nubes con agua para Córdoba. Durante los próximos 37 años, que es lo que le queda a uno de vida activa, más los años que Dios se sirva añadir para el ocio. Ya vendrá entonces otro articulista a pedirle cuentas a la naturaleza. Que no exagere, que de los excesos no viene nada bueno. Que tenga una larga constancia. No mucho, pero muy seguido.
Los pantanos ganan 66 hectómetros cúbicos de agua tras la borrasca Karlotta
Francisco PoyatoLos doce pantanos integrados en la cuenca del Guadalquivir en la provincia de Córdoba han ganado estos tres últimos días 66 hectómetros cúbicos: casi dos veces Sierra Boyera
Cada cosa tiene su tiempo y cada pueblo, su clima. La brillante personalidad de Córdoba es incompatible con 300 días al año de paraguas y melancolía. El sol, el sol, y no pensar en nada. Pero si no llueve lo necesario, el sol se inquieta, se enfurece, y llega a julio en estado de ira meteorológica. A este paso, llegaremos al verano sin poderle decir al sol: -Ea, venimos llovidos y bien llovidos. Haga usted su trabajo. Nosotros tomaremos algo, mientras. Quién nos iba a decir, en las bodas y en los bares, que el agua es más necesaria que el vino. El agua humilde e igualadora, en la que únicamente reparamos cuando falta, tan poca cosa nos parece a la hora del aperitivo. Con la cabeza mojada por agua de lluvia y el estómago bendecido por fino de su tierra, un cordobés no tiene más remedio que darle gracias a Dios por tanta suerte. A Él hay que pedirle buena lluvia durante toda la vida, y un río como el Guadalquivir durante toda la muerte.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete