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Pasar el rato

Queridos lectores

Si el escritor no escribe con la esperanza de que haya lectores, ¿qué sentido tiene escribir?

Divagaciones de agosto (13/08/2024)

Una persona comprando ABC Córdoba en un quiosco de la capital á. c.
José Javier Amorós

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Tantos años escribiendo en este periódico y todavía no me he detenido a dar las gracias a mis lectores. Los que haya, porque algunos hay, nadie está libre de un espectador y de un aplauso, es imposible el fracaso absoluto. Que Dios les pague ... la generosidad de dedicarme unos minutos de su tiempo, que es su vida, su vida hecha de tiempo. Podrían estar haciendo ahora otra cosa con su vida, leyendo a otro, pero han decidido leer este artículo en este momento. ¿Cómo no sentirme emocionado y agradecido, cualquiera que sea su juicio sobre mí? Por el mero hecho de leerme, mis lectores tienen toda mi consideración. Y si no ha de parecerles un exceso del lenguaje, una punta de afecto también. Siempre he sido consciente del papel fundamental del lector en la literatura, también en la literatura en los periódicos. La lectura es la otra cara de la escritura, creo que dejó escrito Umbral -a mí me lo dijo en Córdoba, hace tantísimos años, y no lo he olvidado-, de modo que se trata de una fraternidad de oficios. Estoy persuadido de que es el lector quien hace al escritor, y sin lectores, no hay escritores. Hay arte porque hay un público al que se dirige, luego el público tiene también protagonismo en el acto creador. No pocos de los grandes autores que releo, mis admirados releídos, parecen mostrarse desdeñosos con el lector. Incluso despectivos, en los casos más tristes. Como si ellos le hicieran un favor al público poniendo a su disposición las obras inalcanzables de su genio. Un genio no está exento de tener huecos de estupidez en su cerebro, como de padecer hiperplasia de próstata o gastroenteritis. No hay que sorprenderse si un genio dice tonterías o le pide discretamente a su médico pastillas para la diarrea. Por la boca y otros orificios igualmente literarios muere el pez de mejor carne. Cosa distinta es que el primer requisito de la literatura, también de la literatura en periódicos, sea el propio placer, el gozo del escritor. Cuando el escritor escribeno puede pensar en el lector, porque el acto de escribir oscurece todo lo demás. Y si el escritor no disfruta con lo que hace, el lector no disfrutará con lo que lee. El lector viene después, y eso lo sabe el escritor. No se crea por crear, algo así como el «acto gratuito» de Gide. Si el escritor no escribe con la esperanza de que haya lectores, ¿qué sentido tiene escribir? Aun sabiendo que se escribe, se habla, se pinta o se toca el piano para unos pocos. Se da clase para media docena de alumnos, aunque esté llena el aula. No se le concede al lector toda la importancia que tiene en el arte de la literatura, también de la literatura en los periódicos. Es el lector quien justifica al escritor.

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