Pasar el rato
Hogar dulce y limpio
Fregona y cubo, y a dejar el estercolero como los chorros del oro
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Iniciar sesiónCórdoba es un hogar, calentito y gozoso, construido con esfuerzo y con amor por mucha gente de buena voluntad durante mucho tiempo. El que no lo respeta, no es digno de disfrutarlo. Vivir en familia crea obligaciones. A los jóvenes herederos de la casa, ... que se la han encontrado puesta sin ninguna colaboración suya, no se les pide otra cosa que no mear fuera del tiesto. Que es lo que han venido haciendo durante la pasada fiesta de las Cruces, según cuenta este periódico. Abochorna leer la noticia. La Policía Local ha impuesto 400 multas por botellón y por orinar en la calle. Mitad y mitad. Doscientos futuros ministros desbebiéndose por las esquinas alborotadas son mucha gente insoportable, incluso si sólo llegan a asesores. Doscientas meaduras de pata. Esas penosas inteligencias puestas en orden por la vejiga ignoran que a la fiesta se viene meado de casa. Y el que desprecia esta precaución y disfruta manchando el paisaje con su cerebro líquido, debe ser obligado por la autoridad a limpiar el paisaje con sus manos. Nada de multas y admoniciones policiales, que no traspasan esos corazones blindados de grosería, contra los que rebota la elegancia. Fregona y cubo, y a dejar el estercolero como los chorros del oro. Y hasta la próxima meada, camarada. Además, la multa. Así evitamos que les quede dinero suelto para el botellón.
En mi larga carrera de escritor en periódicos no me había ocupado de la función social de la uretra, más allá de alguna referencia al impuesto sobre la orina que estableció el emperador Vespasiano, en el siglo I de nuestra era. Su hijo y sucesor, Tito, más sensible, se lo reprochó, y al avariento padre se atribuye una respuesta que no es literal, pero recoge el espíritu del impuesto: «El dinero no huele». Sanchismo de hace dos mil años. El interés público que por la materia demuestran tantos jóvenes meadores cordobeses me ha impulsado a dedicarle este artículo. La falta de lecturas de la ministra de Hacienda ha evitado que los españoles tributemos también por la orina. Aunque todo llegará. Al puto amo del ministro de Transportes le salen cada día nuevos familiares y amigos cuyas necesidades económicas debe atender, y el dinero no huele. Con la ayuda de ese brillante urólogo del Derecho que es el presidente del Tribunal Constitucional, se podría redactar una ley sobre el impuesto de desbebida que no deje a nadie fuera, incluyendo a los recién nacidos, cuya fontana no para, y a los ancianos incontinentes. España será el asombro mingitorio del mundo. A la regeneración democrática por el pipí confederal, se leerá en una pancarta del ministro de Cultura con olor a amoníaco. Porque el ministro de Cultura sí huele. La Policía Local de Córdoba nos enseña que a lo recaudado por el impuesto se podría añadir el importe de las multas por el uso callejero del sistema excretor. Y así, del sujeto tributario español, como del cerdo ibérico, se aprovecharía todo. Ahora está Córdoba en la plenitud de los Patios. Ahí va ser más difícil que los anarcomeadores se encuentren cómodos en el ejercicio de su arte. Y no por falta de tiestos. Por las tijeras de podar, probablemente.
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