Contramiradas
Chema Blanco: «El flamenco ha perdido el miedo que tenía»
Entrevista
El director de la Bienal de Sevilla, cordobés de Belalcázar, explica las claves del proyecto cultural de la cita más relevante del mundo flamenco
Conciertos de verano: Malú, Rozalén, Manolo García y Estopa en la agenda cultural
La palabra de Dios, según El Lebrijano
Córdoba
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónFíjense en el detalle: un cordobés dirigiendo la Bienal de Flamenco de Sevilla. No es un detalle cualquiera. Tampoco es un festival cualquiera. Se trata, ni más ni menos, que del epicentro del flamenco contemporáneo. Del gran escaparate mundial de un arte en continua ... efervescencia. Y ahí tienen a Chema Blanco. Un «outsider» con ideas propias sobre una cultura tradicionalmente endogámica y refractaria al cambio. La entrevista se celebra por webcam. Chema Blanco se encuentra en el sur de Francia participando en una mesa redonda sobre flamenco. Acaba de cumplir poco más de un año al frente de la Bienal. Y, por lo que parece, sigue vivo.
-Dicen los entendidos que los directores de la Bienal reciben con alegría el nombramiento y a los tres días ya se quieren ir. ¿Cuántas veces ha querido usted tirar la toalla?
-Cada vez que me mosqueo. La Bienal es un caramelo envenenado. La tienes en la cabeza y sabes qué quieres hacer y el relato que quieres contar. Después no hay herramientas. Te las apañas tú solito: coges el pico, la pala y el palaustre. Te desgasta mucho. El flamenco en Sevilla está muy presente y los políticos se ponen muy nerviosos cuando los flamencos empiezan a protestar. Tienes que aguantar la presión. Yo, a la hora de programar, he tenido libertad absoluta. El alcalde no me ha dicho nada. He hecho la Bienal que quería y que he podido. Porque el proyecto que presenté era más amplio pero los presupuestos están como están. Llevo un año a saco. Pero ahora ya estoy contento.
-Hace un año leí un titular que decía lo siguiente: «La Bienal da un vuelco con Chema Blanco». ¿Qué vuelco?
-Yo vengo de donde vengo. Del universo de Pedro G. Romero e Israel Galván. Y ese es mi currículo en el flamenco. Y es lo más moderno: el colectivo que se dedica a abrir puertas que otros no abren. No sé qué vuelco esperarían. Yo siempre lo he dicho: el flamenco es lo que es y los artistas son los que son. Tienes que elegir, porque no pueden estar todos. Están los artistas que a mí me han ayudado a construir ese relato que quería hacer, que no es otro que hablar del presente para poder ir hablando del futuro. Y olvidarnos ya de las bases de tiempos remotos del flamenco.
-Hace dos meses he leído otro titular: «Sin grandes novedades en la Bienal de Chema Blanco». Menuda hostia.
-Ese señor [Manuel Bohórquez, crítico flamenco] es que me tiene un cariño especial. Hay muchas novedades en la Bienal, aunque él no las ha visto. Hay, por ejemplo, un ciclo de guitarra que no ha habido nunca. Yo no puedo inventarme un artista. Yo puedo invitarlos a que salgan de su zona de confort y a que se atrevan a hacer sus creaciones con libertad. Seguramente él quiere que sigamos cantando como Mairena y Caracol. Qué le vamos a hacer.
-¿Le intimidan los críticos?
-No. Me ha pillado viejo. Y estoy aquí porque quiero. He hecho la Bienal que quería y entiendo que a mucha gente no le guste. En Sevilla es muy bestia. Hay artistas que no quieren estar en la Bienal por los críticos. Es muy fuerte. Y a otros que me ha costado la misma vida convencerlos. Son unos salvajes.
-¿Los críticos son los que mandan?
-A la caverna ya poca gente le hace caso. Es una cosa como bastante residual y friqui. Ya hay críticos muy preparados, que saben que el flamenco es testigo de su tiempo y se relaciona con otras disciplinas artísticas de forma natural, que es lo que la caverna no soporta. Según ellos, tenemos que hacer un festival de los años cuarenta. Pues señores: vamos a hacer un festival del siglo XXI, porque un festival se debe al presente. Punto.
-¿Y qué hace un cordobés como usted al frente del festival más sevillano del planeta?
-Fíjese que yo llegué a Sevilla como sin ganas. Me salió un curro allí y no podía decir que no porque estaba boquerón. Y después me he enamorado de Sevilla. La descubrí y ya la tengo muy presente. La quiero mucho con todas sus contradicciones. Sevilla me ha dado mucho y tengo la obligación de devolvérselo.
-Quien elige a Chema Blanco para dirigir un festival flamenco, ¿qué elige?
-Elige compromiso. Soy un tío bastante comprometido con el arte y con el riesgo como herramienta. El tribunal me conocía y sabía de dónde vengo.
-¿Es usted más gestor cultural o más flamencólogo?
-Lo de gestor cultural me está ya tocando las pelotas últimamente. Y no tengo conocimientos para considerarme flamencólogo. Yo soy un buen animador flamenco. Un buen organizador.
-¿Hacia dónde camina el flamenco?
-Hacia donde quiera cada artista. Ahora bien: el flamenco ha perdido el miedo. Y se encamina hacia la valentía y el compromiso radical con el arte. Los artistas jóvenes no paran de buscar. De escuchar, de leer, de ver. Ana Morales o Raúl Cantizano, como generaciones más jóvenes. O Israel Galván, Rocío Molina, Eva la Yerbabuena, como la generación intermedia. El flamenco va hacia la libertad y la creación absoluta.
-¿Vivimos otra edad de oro del flamenco?
-Seguramente. Veremos a ver qué pasa en la Bienal. Hay una efervescencia en torno al flamenco. No solo de los artistas del flamenco. Hay una mirada exterior hacia el flamenco inmensa y está todo el mundo ávido de ver nuevos creadores. Se está construyendo un universo bastante especial que podemos considerar otra edad de oro.
-¿El baile rupturista de Israel Galván es su santo y seña?
-Yo era un aficionado y aprendí flamenco con Israel Galván. Israel Galván es flamenco, flamenco, flamenco. El más flamenco del mundo. Y aprendí que desde el flamenco se pueden abrir muchas puertas. Lo que sí es santo y seña de Galván es su compromiso con el arte. Mi carrera en este mundo se la debo a él.
-¿Y El Niño de Elche es la leche?
-Exactamente. Es la hostia. Yo le he pedido que cante por derecho en la Bienal. A ver qué pasa.
-No lo van a reconocer.
-Me ha dicho que sí, pero, claro, yo de Paco… Es un artista en búsqueda. Es interesantísimo. Va y viene. Estuve en el Sónar este año y fui a verlo. Imagínese. Estás en un festival de música electrónica y aparece con una banda de cornetas de Valencia por toda la sala. Para el público, es importante que estemos asistiendo en vivo y en directo a un artista que está en búsqueda.
-¿Qué locura no le han dejado hacer en la Bienal?
-Me hubiera gustado cerrar la Bienal con Rosalía. Y estuvimos hablando como dos meses. No pudo ser porque cambiaron las fechas de la gira americana. Pero el proyecto que a ella se le ocurrió para la Bienal era precioso.
-A Bohórquez le hubiera encantado ese cierre.
-Seguro. Me lo hubiera llevado conmigo a la zona VIP.
-Pero a Rosalía se le ha caído ya el flamenco, ¿no?
-No. Todo lo que haga Rosalía es flamenco. Otra cosa es cómo lo adorne. Pero en la médula está el flamenco. Este disco me emociona menos que «El Mal Querer» y «Los Ángeles», que los reventé escuchándolos, pero la vi en Sevilla y los códigos son flamencos.
-El flamenco nació como grito de resistencia. ¿Hoy qué es?
-Hoy es una manifestación artística que le sirve a mucha gente para expresar cosas. Todavía se siguen lanzando gritos de resistencia. Y de auxilio. Los artistas nuevos están muy preparados y establecen unos discursos que hacen pensar. Están buscando la articulación de su discurso. Están gritando cómo ven el mundo y eso es importante.
-¿Hay que volver al tablao?
-No hay que dejarlo. Aunque hay que darle otra vueltecita.
«No hay que dejar el tablao pero hay que darle otra vueltecita»
Chema Blanco
Director de la Bienal de Sevilla
-¿Qué vueltecita?
-Creo que se ha convertido en algo residual para guiris, pero deberíamos volver los del terruño. Yo voy de vez en cuando y descubro gente nueva. Hay tablaos en Madrid y Barcelona que están currándoselo de otra manera. En Sevilla también. Yo siempre he reivindicado el tablao. Me emociona mucho un guitarrista como Raúl Cantizano, que es el Jimi Hendrix de la guitarra flamenca, y no quiere dejar de ir al tablao.
-Por cierto, 30 años sin Camarón de la Isla. ¿Está de luto?
-Camarón está siempre presente. Y Manolo Sanlúcar, y Paco de Lucía, y Enrique Morente, cada uno por cosas diferentes. Me ha dado rabia esto de los 30 años. ¿Qué hubiera hecho Camarón? ¿Por dónde hubiera ido? ¿Se hubiera acomodado? Me ha dado nostalgia. Camarón nos dio mucho como para sentirnos tristes.
-¿Echa de menos la Corredera?
-Echo mucho de menos Córdoba. El otro día me acordé del bar El Patri. No sé por qué. A mí Córdoba me daba siempre pánico también. Viví allí desde los 17 a los 25 años, cuando estás como una cabra y tienes la cabeza más perdida que el barco del arroz. En Córdoba me ha pasado lo mejor y lo peor de mi vida. Las historias de amor. El drama. Y durante mucho tiempo me daba miedo volver. Me entraban taquicardias.
-¿Volverá?
-A vivir no creo. Pero vuelvo a menudo. En Córdoba aprendí a vivir.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete