La palabra de Dios según El Lebrijano
fLAMENCO SINCEJILLA
Uno de sus discos más emblemáticos cumple 50 años y la Caracolá, que celebra un fin de semana grande, lo recuerda
Luis YBARRA RAMÍREZ
SEVILLA
Uno de los discos más emblemáticos de la segunda mitad del siglo XX cumple años. 50, en concreto. Y la Caracolá de Lebrija, que durante este fin de semana recibe las actuaciones de José El Ciego, Israel Fernández con La Tana, Lole Montoya con ... Rycardo Moreno y David Palomar junto al Cabeza, le rinde tributo. El próximo día 20 de julio, el director y guionista Alfonso García con la dirección musical de Pedro María Peña, recordará a Juan Peña El Lebrijano, autor de la obra, en una conferencia ilustrada en la Casa de la Cultura.
'La palabra de Dios a un gitano', así se llamó el título con el que Juan El Grande, como algunos lo conocieron, sorprendió a la afición en 1972. Lo hizo tras una tanda de álbumes de corte más tradicional, aunque mostrando ya su elocuencia cantaora y una enorme capacidad creativa en trabajos especialmente poderosos, como aquel 'De Sevilla a Cádiz'. Esta nueva entrega, que inició la trilogía religiosa que se completaría con 'Ven y sígueme' y 'Lágrimas de cera', inauguraba un camino de disrupción.
«¡Hereje!», le insultaron, por cometer el sacrilegio de adaptar a diferentes palos del flamenco versículos de la Biblia en un país que aún no había estrenado libertad, aunque ya la paladeara. El disco, además, tenía un sentido conceptual y narrativo. Combinaba instrumentos propios del género jondo, a manos de Pedro Peña y Manolo Sanlúcar, con arreglos orquestales y unos coros donde cada voz llega a sonar en sí dentro de un conjunto. Esos coros, parece, son los que hoy inspiran a algunos de sus discípulos, como el pianista David Dorantes en 'La roda del viento', que tanto tiene, asimismo, de 'Tierra', donde El Lebrijano siguió la estela de Colón.
Las innovaciones armónicas y melódicas de las 'Bienaventuranzas' por bulerías, la pieza más popular del álbum cincuentenario, resultan notables. También las de esa suerte de nanas 'No atesorad en la tierra' y la petenera 'Entrad por la puerta estrecha'. Voces al galope que se ciñen a la medida del aire, oraciones, cantos y plegarias que dan con una de las capitales de su discografía, la cual tocó otros cénits más adelante con 'Persecución' y 'Encuentros', donde conjugó lo andalusí.
Hace 50 años que ese gitano de gañanía y rabia en la sangre le habló a Dios a través de su música, bastión de recreos y hambre para los que siempre encontramos algo novedoso en ella. Su tierra, lejos del olvido, remueve la simiente.
Las diez joyas de Alejandro Hurtado
La pulcritud de Alejandro Hurtado, que en compañía de Mayte Martín aprendió a susurrar con la sonanta, desempolva viejos bordones que un día fueron radicalmente modernos: los de Ramón Montoya y Manolo de Huelva. Sigue sus surcos, buscando la belleza atávica de los cilindros de cera, pero con la calidad de sonido de la que gozamos hoy. Traza trémolos y arpegios con fidelidad a los originales, de los años 20 y 30. Las primeras cinco composiciones pertenecen al músico madrileño. Las siguientes, al onubense. Así muestra las diferencias entre sendos creadores y la envergadura de sus expresiones. El resultado: diez joyas que abren fallas hacia los cimientos del toque de concierto. Parece, también, que la voz de una figura de la Ópera Flamenca fuera a aparecerse.
La rondeña se despereza entre los dedos, como la farruca, hecha de elegancia naciente y un clasicismo sin fisuras. Sigue adelante, alzándose por un leve bamboleo que le permite morder nubes y rocas construidas en la medida del anhelo. Las bulerías se levantan entre punteos evocando a quien las instauró como tales: el de Huelva, acompasado caballero que con viveza hizo del 'Anda jaleo' un sueño por cumplir. Los instrumentos por aquí cantan, en las alegrías en sol y en las seguirillas mortecinas, cuando la granaína se descubre por la lágrima y los tangos invitan a un lejano alborozo. Manda la melodía, que se alcanza con aparente facilidad técnica hasta presumir de reconocible. Manda, qué digo, la emoción, que se arrastra por unas variaciones rítmicas que lo cargan todo de un carácter enormemente sorpresivo. El disco es una pieza viva de museo. Hábil escultura de un pentagrama que hasta ahora nadie había elaborado.
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