primera plana
Una carta de amor a Córdoba
Vine al mundo en Bilbao, pero un día me descubrí diciendo 'pego' y otro, 'fartusco'
La mochila y la medalla
Llevo rumiando esta 'Primera plana' desde que se acercaba San Rafael y no me decidía a escribirla porque quizás suene a hacer la pelota o a buscar el aplauso fácil, caminos que no transito. Al final, la he redactado, porque quiero contar que me siento un cordobés más ... ; cierto es que adoptivo. Porque vine al mundo en Bilbao —de todas formas, los del 'Botxo' podemos nacer en el lugar que nos dé la gana, más allá de lo que diga el DNI—.
Llegué a esta ciudad a finales de 1999, con dos enormes bolsas de viaje y una ilusión que no hubiera cabido en la maleta más grande del mundo, para participar en la puesta en marcha de la edición de ABC. Cumplía mi sueño de 'fichar' por una cabecera de Champions. Lo que no sabía entonces es que iba a ser más que un trabajo: era la puerta abierta para hallar mi lugar en el mundo.
Caí fulminado instantáneamente ante la belleza descomunal de su patrimonio, fruto de una historia deslumbrante. Me enamoré de sus gentes; especialmente de mis compañeros de curro y de mis vecinos de patio que siempre me han ayudado. Aquí me pasó lo más maravilloso de mi vida: formé una familia. En la cosa más importante de las menos importantes, aprendí a sufrir y a gozar en El Arcángel. Y un día me descubrí diciendo 'pego' y otro, 'fartusco'.
Me fui haciendo así uno más de ustedes, que se emociona con lo bueno que le pasa a esta tierra y al que le duele lo malo que le sucede como si me hubieran parido en Ciudad Jardín, el primer barrio en que residí aquí. Por supuesto que esta ciudad no es perfecta. Tenemos problemas como la altísima tasa de paro; el nivel de pobreza de algunos barrios o un cierto derrotismo. Pero también hay elementos para seguir avanzando y mejorar, como la futura Base Logística, que será un revulsivo para la economía local pero también para el ánimo de la capital; un patrimonio incomparable que nos ofrece múltiples posibilidades para que el turismo sea cada vez más un motor de desarrollo o la existencia de un tejido asociativo que se parte la cara día a día por dar puntos de sutura en las brechas de desigualdad que existen en nuestra urbe. Cierro así esta carta de amor a Córdoba, escrita por alguien orgulloso de sentirse vecino de todos ustedes.
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