perdonen las molestias
Semiótica
Que el local es una concesión administrativa del excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba ya hablamos otro día
El viernes de la semana pasada (quizás de la anterior) los bares de la Ribera cerraron puntualmente sus establecimientos. Eran las dos de la madrugada. A esas horas de la noche, y con todo el cambio climático azotando contra los márgenes del Guadalquivir, el ... cuerpo te pide un gintonics con abundante hielo y tónica azul. A ser posible. Fue entonces cuando nos dirigimos a un conocido local nocturno, de cuyo nombre no quiero acordarme. Cuando enfilábamos hacia el ascensor, un señor que se encontraba en la puerta me interpeló con voz seca. Estaba provisto de un pinganillo de películas de serie B y exhibía una capacidad torácica tipo armario ropero. Dio tres pasos hacia mí hasta situarse a tres cuartas de mi nariz. He visto muros de hormigón menos intimidadores. —Perdone, caballero. Me temo que no va a poder pasar. Para entrar aquí hay que venir bien vestido. Supuse que se refería a mis bermudas y el calzado abierto de verano. Es probable que el señor portero (y su jefe) ignoren que en Córdoba el 95% de sus habitantes viven en pantalón corto y chanclas desde que junio asoma por el calendario. Solo hay que darse una vuelta por la ciudad para hacerse una idea. Tanto es así que usted y yo podemos sentarnos en cualquier terraza, acceder a cualquier boutique, alojarnos en cualquier hotel o almorzar en cualquier restaurante de lujo con bermudas y sandalias.
En el exclusivo local de la Ribera, por lo visto, no. Visto la indiscutible disparidad de fuerzas, rehusé abrir un debate semiótico sobre los usos del vestir. Me limité a balbucear: «Perdone. Voy bien vestido». Entonces, el señor desplazó su tórax hormigonado dos cuartas más hacia mí. Y dijo:—¿Me está usted vacilando?No tengo espíritu suicida ni estoy dispuesto a exponer mi maltrecha masculinidad para que me la parta una mole de granito. «En absoluto», le contesté con exquisita educación británica.
Hay días en que la testosterona es inversamente proporcional a la capacidad de discernimiento. Y por cierto: de que el distinguido local es una concesión administrativa del excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba hablamos otro día.
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