Memoria popular
Cuando Córdoba era Fuengirola
La playa municipal del Molino de Martos dio servicio a miles de cordobeses a mediados del pasado siglo XX
J. M. C.
En la memoria popular de un ingente número de cordobeses todavía está bien asentada la imagen de la playa que se abrió en el corazón de la ciudad a mediados del siglo pasado, gracias a la cual miles de ciudadanos pudieron ... sofocar los calores estivales , que tan intensos resultan por estas latitudes.
Aparte de que el Valle del Guadalquivir es, con diferencia, la zona del país donde más suben los termómetros a partir de julio, en la capital cordobesa la crisis económica fue especialmente significativa entre los años 30 y 60 del pasado siglo, con lo que hablar de irse de vacaciones era todo un lujo para la mayoría de los cordobeses, por lo que las piscinas eran la única manera de combatir al sol.
Pero también estaba el río . Por entonces, las aguas eran extremadamente limpias y el baño no estaba prohibido. Y una de las mejores maneras de aprovechar el Guadalquivir era facilitar ese disfrute. ¿Bajo qué fórmula? Muy ingeniosamente sencillo: Construir una playa. «Empezó a funcionar entre 1957 y, por lo menos 1966 o 1967 », recuerda Rafael Soto, actual presidente del Consejo de Distrito Centro y usuario por aquellos años de la playa municipal.
Porque así se llamaba: Playa Municipal del Molino de Martos, ya que allí se había instalado una especie de recepción con cambiadores donde adquirir la entrada y donde se entregaba una bolsa para meter allí la ropa a cambio de un número. «Venían a centenares cordobeses de todas partes de la ciudad, con sombrillas y neveras para pasar allí todo el día y el año que se cerró fue una auténtica desgracia», recuerda Soto. ¿El precio? Cinco pesetas , por lo menos a principios de los 60'.
Los areneros como dragadores
Y tenía arena . La misma que recogían los areneros que dragaban el río para transportarla luego con decenas y decenas de burros y mulas a las diferentes obras de la ciudad para construir las casas. Se daba la circunstancia, además, de que contaba con dos vigilantes , excelentes nadadores ambos contratados por el Ayuntamiento, para evitar desgracias.
Y, de hecho, durante la época de Rafael Soto no se produjo ninguna, que él recuerde, aunque antes de la existencia de la playa «los chavales nos íbamos a tirar de los peñones de San Julián , pero los acabaron dinamitando después de que un chico que no sabía dónde se estaba metiendo se mató de un golpe en la cabeza».
La playa acabó degradándose y pasó a formar parte de un pasado en el que la ciudad no estaba tan de espaldas como ahora de su río Guadalquivir.
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