Y a los 15 años, llegó la luz
FRANCISCO J. POYATO
Embutido en su oscura indumentaria, el espigado Rem Koolhaas dominaba la escena del Palacio de Congresos de la calle Torrijos ante una pléyade de jóvenes promesas de la arquitectura europea. José Mellado, maestro de ceremonias y padre de la criatura, presente. «El contexto, al carajo», ... proclamó ufano el genio de Róterdam para defender la fuerza icónica de su Palacio del Sur ante el foro. A contracorriente de normas y paisajes urbanos con una línea de horizonte universal como la de la Mezquita-Catedral. La era de la arquitectura simbólica y el divismo como faros de atracción por sí mismos, ajenos al contenido, era una ilusión para una ciudad aspirante a dar un salto demasiado grande. Y en Córdoba, las distancias son cortas.
Aquel pasaje de la reciente historia local, a mediados de febrero de 2003, nada tiene que ver con el protagonizado por el estudio Terrado & Suárez esta semana en el Teatro Góngora para presentar su proyecto de Centro de Exposiciones, Ferias y Congresos de Córdoba (CEFCC). La «basílica urbana y laica». Multifuncional y a buen precio que aspira a aprobar dos asignaturas pendientes e históricas: un recinto ferial de garantías y un espacio para celebrar grandes congresos y eventos. Con el tiempo —quince años que se dice pronto de diatribas y estériles polémicas—, la solución estaba en «casa». Retales. Aplicando cierto sentido común y una especie de reciclaje público, la reforma del pabellón expositivo de Cajasur en el Parque Joyero (en su día costó cerca de 30 millones de euros), ahora del Ayuntamiento, sirve de gancho al modo «dos por uno».
Unos 14 millones de euros y espacio versátil que lo mismo puede albergar a la vez ocho pequeñas convenciones empresariales, que un macroconcierto, un partido de tenis indoor, un gran congreso, un espectáculo ecuestre o la feria comercial más inédita que jamás se vio. Lo que durante años y años se ha discutido en la ciudad, de Poniente a Levante, de Miraflores a San Carlos; del Koolhaas imperial al más burgués..., podría resolverse de una vez con el proyecto que el PP ha situado en la proa de su gestión este mandato.
Por el camino se han quedado muchas cosas. La primordial, energía y dinero. El alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, cifraba el lunes —en un acto en el que también se reivindicaba él mismo con dosis de resquemor— el coste de la «nada» en cerca de 11 millones de euros desde que la maqueta del holandés errante irrumpió en la planimetría del PGOU rompiendo moldes. Proyectos, honorarios, consultorías, dietas, viajes, catas arqueológicas, concursos, maquetas y gobiernos municipales.
Todo arrancó en el tramo final del mandato de Rafael Merino (PP) como alcalde (1999). El proyecto estrella de la campaña, el Centro de las Tres Culturas y la virtualidad de las civilizaciones, al que el entonces ministro de Cultura Mariano Rajoy, bendecía en una visita a Miraflores. Gobierno, Junta de Andalucía y Cajasur junto al Consistorio como patrones del barco. Los resultados de los comicios y el pacto de IU y PSOE, de Rosa Aguilar y José Mellado, varó el proyecto en un cajón. Fue entonces cuando la ínsula del Guadalquivir se convirtió en el foco de la pasarela mundial arquitectónica, y al socialista Mellado le dio un ataque de urbanismo transformador y rutilante, llenando el Alcázar de una amalgama de maquetas y estudios franquicias que acabó con Rem Koolhaas plantando una controvertida pica en Miraflores.
Del «pavo» a Ferrovial
Bajo el modelo de «coste cero» para las arcas municipales, Mellado quería un pool de grandes empresas que lo construyeran y explotaran durante 25 años. Hotel de lujo, dos auditorios para miles de congresistas, promenade comercial, multicines y hasta un casino. En torno a 75 millones. El mandato expiraba y el «pavo» que prometió el socialista en la Navidad de 2002 que nos comeríamos con el Palacio del Sur en marcha pasó al contenedor chamuscado.
Fracasado el primer intento, llegó el segundo concurso negociado sin publicidad con Ferrovial y Rosa Aguilar con las riendas en solitario de Capitulares. Se adjudicó la construcción y explotación por 92 millones, y con el discurrir de los años, en pleno «boom» económico, y los famosos «poyaques», el coste se disparó a 170 millones. La empresa decía no hallar financiación y culpaba a Urbanismo de engordar el palacio. La incógnita cruzó el umbral electoral de 2007, en el que Aguilar restó sufragios y se vio obligada a coger de nuevo la muleta socialista con el proyecto estrella agrietado y tocado.
En 2008, tercer intento, Ferrovial desistía oficialmente de la aventura. A IU no le quedaba otra opción que sacar los cuartos de las arcas públicas y recortar el megaproyecto inicial. Así lo aseó Koolhaas, con una nueva factura de encargo: un solo auditorio de 3.185 personas y aparcamientos. Fuera el glamour y tope presupuestario: 67 millones de euros. Si acaso, la sede para la Orquesta.
La crisis empezaba a asomar la patita. El cogobierno IU-PSOE parecía funcionar en este plano. La Junta comprometía 18 millones de euros y 10 millones el Gobierno. El Ayuntamiento especulaba con la UE, pero la verdad es que le tocaba poner casi 50 millones de euros, y la Tesorería no estaba para fiestas, como hizo ver la Intervención Municipal en un duro informe previo a la licitación de las obras a la desesperada y con las urnas pisando los talones en 2011. La aportación municipal llevaba casi a la quiebra al Consistorio y rompía su economía. Andrés Ocaña, testigo privilegiado de toda la historia desde 1999, veía cómo su último bastión preelectoral como alcalde, tras la huida de Rosa, y alcaldable, se esfumaba hecho añicos.
Fue en junio de 2011, con Nieto y el PP echando números en la Alcaldía y la camisa que apenas le llegaba al cuerpo cuando decidieron «enterrar» a Koolhaas y los fantasmas del Palacio del Sur a riesgo de llevarse por delante las arcas municipales, puesto que era ya «imposible» afrontar ese proyecto. Y entonces, el quinto y hasta la fecha último intento, fue cuando cobró cuerpo en aquella famosa imagen preelectoral (autonómicas) de nuevo en febrero de 2012 en la sede de CECO, con Javier Arenas de oficiante y el boceto de Rafael De-La Hoz en una pantalla.
El bloqueo desde Torrijos
Desde entonces, el bloqueo de IU y PSOE a la intención del PP ha sido manifiesto. Por ver un lado bueno, ha servido para que el Palacio de Congresos de la calle Torrijos logre una reforma que desde 2000 no se producía y amplí aforo a casi 900 plazas. Esa presión política y veto de las cuentas autonómicas, ha obligado a los populares a no dejar suelto ningún cabo en la tramitación del proyecto, lo cual derivó, paradójicamente, en que el boceto inicial de De-La Hoz fuese descartado.
Nieto está a punto de enseñar el último presupuesto municipal del presente mandato, y en él, los 14 millones de euros que debe reservar el Ayuntamiento (11 de ellos fueron transferidos por el Gobierno pero empleados por falta de tiempo sobre el nuevo equipamiento en obras municipales) para levantar el nuevo centro ferial y congresual con una pequeña pero trascendente ayuda de la Diputación de Córdoba (entre 1 y 3 millones), como el propio alcalde subrayó en su intervención sobre las tablas del antiguo Cine Góngora. Solo le resta que otra de sus promesas, el llamado Metrotren, ponga en circulación los trenes de proximidad, lo que parece muy probable en las próximas fechas. A falta de una intervención para establecer un pequeño apeadero junto al Parque Joyero, el handicap de las comunicaciones al nuevo centro ferial podría paliarse en gran medida. Apenas tres minutos. Renfe y ADIF, desmarcada la Junta, tienen la última palabra.
Si toca recordar la trayectoria del recinto ferial, puede adolecer de ciertas dosis tragicómicas en la trama, pero el desenlace obedece al mismo género del absurdo que el Palacio del Sur. Tantos años en el Presupuesto de la Junta de Andalucía. Tantos debates en la plaza pública y soterrados —con intereses colaterales más reales— para el emplazamiento en un lateral u otro de la ciudad. Tantos convenios y acuerdos de intenciones; tantos anteproyectos, maquetas, remiendos frustrados y también gastos no rentables para llegar a este punto de inflexión.
San Carlos y Fustegueras
En el camino, la muerte de Ifeco y el recinto ferial San Carlos, manipulado por la túrmix del oportunismo político. Lustros de abandono y desidia con excepciones, y remedio casero para la confrontación de siglas. A la postre, un parche que ha durado demasiado. Después, la maqueta de Manuel González Fustegueras en el campus de Rabanales. Todo un derroche de arquitectura fina, con lanzadera AVE inserta, y 36 millones de euros en origen que se rebajaron a 24 millones de coste. Divismo que no sirvió para nada. Bueno sí, costear el trabajo técnico con 600.000 euros.
Los intentos en el pabellón del Parque Joyero, hoy, el germen de la «basílica ciudadana», también resultaron baldíos. Una singular construcción con fallos importantes para el soporte de grandes ferias. Y aunque las tuvo, nunca cuajó como centro ferial mientras las provisiones en los balances de Cajasur se convertían en un peligro muy real por la falta de rentabilidad. Ante tal panorama, el solar de la Diputación, ha sido siempre el último recurso ante tanta inoperancia prolonga.
La luz parece haber llegado a los 15 años. Solo basta encenderla.
Y a los 15 años, llegó la luz
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