Análisis
La yihad, en directo
Los yihadistas de Ripoll reían, se grababan en vídeo y se hacían fotos solo un par de días antes de los atentados, que parecían vivir con una mezcla entre aventura y fanatismo
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Iniciar sesiónChicos jóvenes, aparentemente despreocupados y felices y desde luego manipulados por alguien que les había inoculado el odio al infiel. Los vídeos inéditos de los terroristas de Barcelona y Cambrils que se vieron este martes en el juicio , grabados en el chalé de Alcanar ... por el acusado Mohamed Houli , estremecían no solo porque se veía a unos asesinos, sino también porque demostraban lo fácil que es preparar una matanza. Basta un puñado de euros, información que es accesible a través de internet y la determinación propia del fanatismo.
La explosión del 16 de agosto en el chalé de Alcanar les desbarató sus planes de atentar en la Sagrada Familia, la Torre Eiffel o, mucho más probablemente, en el Camp Nou cuatro días después, aprovechando un Barcelona-Betis. Para ello ya habían conseguido fabricar el suficiente explosivo, TATP, la «madre de Satán», con el que provocar un baño de sangre aún mayor que el de Las Ramblas. Cuando el plan aún se sostenía y era muy posible culminarlo, los terroristas decían frases como estas: «Alá nos prometió el paraíso, y a vosotros el infierno»; «con la ayuda de Dios vamos a proteger nuestra religión»; «os vais a arrepentir de haber nacido» «no superan (el precio de los artefactos explosivos) los 15 o 20 euros y hacen mucho daño»; «Con vuestro dinero nos preparamos para mataros, a vosotros, a vuestros hijos y a vuestras mujeres» ; «necesitamos más metralla; «¡qué apuesto!, jajaja, ha quedado bien ¿eh?», decía uno mientras se hacía una sesión de fotos con un cinturón de explosivos adosado al cuerpo. Todo ello, con voz relajada propia de una banal charla entre amigos.
Espanta, pero en Occidente la yihad muchas veces se hace así. Entre colegas de toda la vida, con familiares, formando una célula impenetrable ; «vivían por y para ellos», explicó al tribunal el mosso instructor de las diligencias en una intervención impecable, precisa y, por lo mismo, inquietante.
Los acusados, en su «pecera», tuvieron actitudes dintintas. Houli estuvo hierático, casi mudo, aunque dijo arrepentirse. ¿De qué? cabría preguntar, dado que afirma que no tiene nada que ver con la matanza. Driss Oukabir fue más extrovertido; no entendía por qué se le acusa y se presentó como un aficionado a la juerga y a las mujeres, también de compañía... Por tanto, ajeno a eso de Daesh. Pero alquiló la «furgoneta asesina». Finalmente, Said Ben Iazza —facilitó documentación y un vehículo a la célula—, tampoco despegó los labios apenas. Entre ellos sí hablaron algo, pero sólo en los recesos.
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