¿Quién paga el sueldo de Pep?

Pep es un genio y a mí Gabilondo me cae muy bien y me gustaría tenerle de profesor sin programa concreto y escucharle divagar sobre lo que cada día le apeteciera. También me gusta ver a los hijos de mis amigos jugar al fútbol y animarlos como si fuera mi tobillo.

Pero la realidad tiene unas coordenadas muy concretas que sólo Ayuso demuestra conocer, y sus oponentes están tan lejos de ellas que es un delirio que puedan dedicarse a la política. Lo mismo que la Superliga, que es el único negocio posible y al final estarán todos los que tengan que estar. Nadie quiere perder. Ni mucho menos dinero.

Monasterio, muy correosa, le hizo el trabajo sucio a la presidenta, que jugó a no enredarse innecesariamente. El candidato de Ciudadanos se movía como el vocalista hortera de una orquesta de fiesta mayor de pueblo de montaña. Gabilondo, que cada día se parece más a Pere Gimferrer, estaba tan a gusto en su mundo que votarle sería hasta de mala educación, no sea que pueda gobernar y le obliguemos a la pereza infinita de tener que volver entre los mortales. Los restaurantes abiertos de Madrid son las obras del Bernabéu a pocos meses de finalizar.

Ayuso y Florentino. Gabilondo y Pedro Sánchez. Pablo Iglesias y Vox. Son las parejas de España y el debate no fue una contraposición de ideas, sino una sola idea lanzada contra la pared sabiendo que a la primera no iba a romperla. También lo sabe Florentino, y desde el principio. Pero ahí están el presidente y la presidenta, con sus ideas que son mejores que las demás, y el tremendo rechazo que sin embargo ambos generan.

Son una cosa y lo mismo las medidas económicas que proponen Gabilondo, Iglesias y la chica de Más Madrid, que el Huelva diciendo que por culpa de la Superliga ya no podrá jugar la Champions.