La salida de Etxeberria de Sortu acelera el blanqueamiento de la izquierda abertzale
Defendió la violencia durante la década de los noventa, militó en ETA y fue condenado a dos años de cárcel
Miriam Villamediana
Su característico pelo rubio le valió desde joven a Rufino, 'Rufi', Etxeberria el apodo de 'El rubio' o 'El holandés'. Desde la llegada de la democracia ha sido una de las caras más reconocibles de la izquierda abertzale, tuviera esta la marca que tuviera. Eso ... sí, defendiendo la violencia en la década de los 90. Participó en la Mesa Nacional de Herri Batasuna, se pasó a Euskal Herritarrok, intentó reconstruir Batasuna y se ha consagrado como uno de los pilares de Sortu. Pero treinta años después Etxeberria anuncia su adiós y con su salida hace más fácil el nuevo discurso de la izquierda independentista vasca.
Algunas voces apuntan a que su salida podría no ser casual. En los últimos años ha estado al frente de la denominada 'Comisión para las consecuencias del conflicto' que se ha encargado de coordinar la relación del partido con los presos de ETA. Su labor se ha centrado en conseguir que los etarras aceptaran asumir la legalidad penitenciaria sin romper el componente simbólico que suponía mantener el colectivo de presos. Es, de hecho, muy probable que el comunicado del colectivo EPPK pidiendo el fin de los homenajes a los presos etarras ('ongi etorris') sea su última obra. Hoy sabemos que el anuncio llegó después de un intenso debate de meses en las cárceles de España y Francia, y que contó con la oposición de una veintena de presos.
Dicen desde la izquierda abertzale que la salida de Etxeberria, que se escenificará en el congreso del partido en enero, no es una estrategia y que seguirá vinculado al partido «pero en un segundo plano». Sin embargo, lo cierto es que su marcha es un paso más en los intentos para alejar los fantasmas del pasado. En Sortu ya solo la presencia cada vez más testimonial del exsindicalista Rafa Díez Usabiaga y de Arnaldo Otegi recuerda que son los herederos del brazo político de ETA.
La carrera política de Arnaldo Otegi no se puede entender sin la influencia de Etxeberria, de la misma manera que la de Etxeberria no se puede entender sin la de Otegi. Ambos dirigentes siempre han mantenido una gran sintonía y se han influido mutuamente. Y es que, si Otegi ponía el carisma, Etxeberria ponía la autoridad, y sus decisiones no se cuestionaban. Por eso hay muchas voces que apuntan a que podría producirse una pérdida de influencia de Otegi en Sortu, y por extensión en Bildu, tras la salida de Rufi Etxeberria.
Radicalismo
Nacido en Oyarzun (Guipúzcoa) en 1959, llegó al independentismo radical a través del colectivo a favor de los presos etarras, Gestoras Pro Amnistía, y durante años se le ha considerado uno de los dirigentes más duros. Ha sido protagonista de los momentos clave en la historia de la izquierda proetarra. En los 90 era un fijo detrás de la pancarta en las manifestaciones de Herri Batasuna. También fue una de las voces más críticas cuando un preso de ETA anunciaba su rechazo a la violencia y su deserción de la banda terrorista.
Años después dio un giro en su discurso para firmar el pacto de Lizarra e incluso participó en varias reuniones en Ginebra entre una delegación enviada por José Luis Rodríguez Zapatero y dos dirigentes etarras para tratar de salvar la tregua de 2006 tras el atentado de la T4. Sólo desde entonces abogó por el uso exclusivo de las vías políticas.
Etxeberria, al igual que sus compañeros de partido, conoce de cerca lo que supone una vida entre rejas. Militó en ETA durante al menos un año y en 1980 se le vinculó con el asesinato del dueño de un bar en San Sebastián. Un año después fue condenado a dos años de cárcel por pertenencia a banda terrorista. Y desde entonces su nombre ha sido uno de los habituales en la Audiencia Nacional. En 1997 Baltasar Garzón le procesó junto al resto de integrantes de la Mesa Nacional de Herri Batasuna. Su nombre también surgió en el sumario de las herriko tabernas y en esos años pasó dos años en la cárcel.
A su entrada en prisión dejó las labores de portavoz de la izquierda abertzale en manos de un joven Arnaldo Otegi , que, con HB descabezada, no tuvo más remedio que pasar a la primera línea. Casualidades de la vida, la historia se repetía, pero a la inversa, diez años después. Rufi Etxeberria era uno de los participantes de la reunión para reconstruir Batasuna que varios dirigentes abertzales celebraban el 13 de octubre de 2009 en la sede del sindicato LAB en San Sebastián.
Aunque Etxeberria estaba entre los detenidos por el caso Bateragune, tras el juicio quedó en libertad porque, según la sentencia, los indicios «eran débiles». Y con el carisma de Otegi entre rejas, fue el antiguo portavoz quien tuvo que tomar de nuevo las riendas y encargarse de liderar la reconstrucción de la ilegalizada Batasuna. Y lo hizo hasta tal punto que el mismo Rufi Etxeberria que defendía la violencia en los noventa terminó por ser el encargado de presentar los estatutos de Sortu en el 2011 y anunciar públicamente, por primera vez en la historia, que la izquierda abertzale «rechazaba» la violencia de ETA.
Hay que destacar que, aunque muchas veces tiendan a confundirse, Bildu no es Sortu. La marca con la que la izquierda abertzale se presenta a las elecciones es en realidad una coalición de partidos de corte independentista. La unión surgió de la mano de Eusko Alkartasuna (escisión del PNV) y Alternatiba en el 2011. Después se sumó Aralar, una escisión de Euskal Herritarrok crítica con la violencia de ETA. Y el último en llegar fue Sortu.
La renuncia a la violencia
Todos los partidos que formaron la coalición habían hecho una crítica expresa a la violencia de ETA. De hecho, la llegada de Sortu puso en serios aprietos a la coalición, que estuvo a punto de ser ilegalizada. Sin embargo, tras la legalización de Sortu por parte del Tribunal Constitucional y la renuncia en sus estatutos a la violencia terrorista, EH Bildu se ha consolidado como marca de la izquierda abertzale.
Sin embargo, en estos años no han sido pocas las tensiones entre los partidos que la integran. «El mayor peso de Sortu es lo que nos impide ser alternativa de Gobierno real» , se quejaban este verano desde las filas del sector crítico de Eusko Alkartasuna. Y es que en la actualidad la mayoría de militantes de la coalición EH Bildu llegan desde las filas de Sortu y son sus militantes quienes tienen la última palabra a la hora de escoger a los dirigentes.
Mientras tanto en Bildu se esfuerzan por potenciar perfiles como el de Oskar Matute (Alternatiba), Pello Urizar (EA) o Mertxe Aizpurua, que solo ha estado vinculada electoralmente a Bildu. Además, la coalición independentista también ha escenificado en las últimas semanas un cambio de rumbo en sus políticas. No solo consiguieron que Otegi condenara el daño causado cuando se cumplían diez años del cese definitivo de la violencia, aunque sin pedir perdón explícitamente, sino que también intentan presentarse como partido útil. En primer lugar, dando su apoyo para la aprobación de los presupuestos en Navarra; poco después, perfilándose como socio legislativo prioritario de Pedro Sánchez y más tarde pactando unos presupuestos vascos en los que sus votos no eran necesarios.
Sin embargo, la prueba de fuego llegará en las próximas elecciones autonómicas, dado que la inhabilitación política impuesta a Arnaldo Otegi concluye este año. Liderar la candidatura de EH Bildu sería su última oportunidad para intentar ser lehendakari, aunque no está claro si estos planes encajan en la nueva hoja de ruta de la izquierda abertzale.
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