El «narcoasesino» que ideó entre rejas un atentado yihadista

Burló el control FIES de la cárcel y consiguió varios móviles y una red de «palomas mensajeras» que divulgaban sus mensajes radicales

Funcionarios de Prisiones detectaron su radicalización y la Guardia Civil lo detuvo en Las Palmas; en la celda tenía un pincho de 14 centímetros

Detención de un presunto yihadista por la Guardia Civil en Madrid ABC

Yassine Kadraoui (33 años) no se ha rehabilitado en prisión. Al contrario, ha pasado de ser un delincuente peligroso con varias condenas (asesinato, tráfico de drogas y armas, robo con violencia) a un potencial yihadista, más peligroso aún. Planeaba conseguir armas, crear una célula terrorista, ... volver a Marruecos y desde allí regresar de nuevo a España para atentar. «Los indicios que hemos encontrado apuntan a que era capaz de ejecutarlo. No tenía fecha concreta, pero sí un lugar elegido», explican a ABC fuentes de la Guardia Civil, sin desvelar cuál era.

Kadraoui lleva encarcelado desde 2007. Ha pasado por las cárceles de Huelva, Puerto III, Jaén, Segovia y Las Palmas II en la que está ahora. Desde 2015, es un interno FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento) y cumplía la pena en aislamiento. Pero esa medida, la más dura y restrictiva, no fue suficiente para interponerse en la preparación de sus planes.

Ha conseguido teléfonos móviles casi en cada centro por el que ha pasado (se le han intervenido en varias ocasiones) y ha logrado extender sus mensajes radicales valiéndose de una red de «palomas mensajeras», reclusos que no tenían controladas las comunicaciones como él y que le hacían de correveidiles y difusores de sus comunicados al dictado de Daesh.

A principios de 2019 personal especializado de Instituciones Penitenciarias, expertos en detectar indicadores de radicalización y conductas violentas con trasfondo terrorista, dieron la voz de alerta. Se le intervino un móvil que utilizaba como instrumento de autoadoctrinamiento y de difusión, plagado de contenidos yihadistas. Acudieron al Servicio de Información de la Guardia Civil que desde entonces, con el caso judicializado en la Audiencia Nacional, ha seguido de cerca sus pasos con creciente preocupación.

Nacido en Marruecos, de 33 años, lleva buena parte de su vida en España. Su familia -padres y hermanas- viven en Sevilla y son ajenos a esta escalada delictiva de él. Todos ellos tienen ya la residencia española. Yassine, también en situación legal, cuenta con un permiso de residencia de larga duración. Su condena se extinguía en 2026, pero como ya estaba en el último tramo de cumplimiento había pedido -y se le había autorizado- la extradición a su país natal.

Buscaba armas de fuego

«Teníamos un problema. Si se iba a Marruecos quedaba fuera de control. Habíamos visto cómo su radicalización era muy rápida y extrema y su capacidad de influencia en otros también iba en aumento», señalan fuentes de la investigación. «Quería atentar, crear una célula, pero si no lo lograba estaba dispuesto a un ataque clásico de actor solitario».

Vigilado de cerca, los investigadores comprobaron cómo buscaba armas de fuego automáticas gracias a la colaboración de otros internos (algunos españoles). Recurrió a sus contactos con el crimen organizado. Ya los tenía antes de que lo condenaran, pero entre rejas había hecho otros nuevos, con un perfil tan peligroso y duro como el suyo. Algunos de ellos han declarado y colaborado en la investigación. Solo la pandemia, y con ella la parálisis de las extradiciones, impidió que regresara a Marruecos.

Los agentes han tenido en su radar todos estos meses el perfil del sospechoso y el contexto. Solo en este año se han producido más de una decena de ataques de yihadistas a funcionarios de prisiones en Francia y a principios de octubre un sirio de 20 años, que acababa de salir de una prisión de menores cinco días antes, atacó a dos ciudadanos en Dresde (Alemania) y mató a uno de ellos.

117 condenados por yihadismo

Los agentes de Información decidieron detenerlo en la cárcel de Las Palmas. En el registro de su celda encontraron un pincho casero de 14 centímetros, una prueba más de la red de contactos y seguidores que había establecido en la prisión.

Yassine Kadraoui forma parte de lo que Instituciones Penitenciarias cataloga en el grupo B dentro del plan para detectar radicalismos yihadistas. Hay tres escalas: en la A, la primera, se engloban 117 presos, todos ellos condenados por yihadismo .

En el B, hay 42 internos, que pueden actuar como captadores de otros . A esa clasificación pertenecía el detenido que no había sido condenado por terrorismo, sino por delincuencia común aunque con delitos graves. En el tercer grupo, el C están los reos vulnerables (75), aquellos a los que hay que prestar atención especial porque son susceptibles de ser captados por otros. Las alarmas han funcionado y han evitado que quien hasta ahora era un «narcoasesino» se convirtiera en un futuro actor solitario o en el jefe de una célula capaz de provocar una matanza.

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