El error Sánchez
Hace un mes el objetivo en el PSOE era doblar el cabo de los 140 escaños. Ahora hay muchos ancianos de la tribu que firmarían no bajar de los 123 que repartieron los naipes del 28 de abril
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Iniciar sesiónOh, cielos. El excipiente milagroso que debía proporcionarle propiedades curativas al discurso electoral del PSOE ha perdido eficacia. Sánchez ya no ilusiona. La porción más ideologizada de su partido está cabreada con él. Le hace responsable de la repetición electoral y no entiende que haya ... desaprovechado la oportunidad de formar un Gobierno de izquierdas . El presidente en funciones creyó que sería un estado de ánimo pasajero y que, pasado el shock, su proverbial predicamento ante las bases haría rebrotar la ilusión y el espíritu de combate. Pero, al menos de momento, no hay tal. Su agotadora procesión mediática -ya solo le falta dejarse entrevistar por Jiménez Losantos- y la proliferación interminable de actos electorales aquí y allá no surte el efecto previsto. Hace un mes el objetivo era doblar el cabo de los 140 escaños. Ahora hay muchos ancianos de la tribu que firmarían no bajar de los 123 que repartieron los naipes del 28 de abril.
Hace cinco meses había un clamor popular que demandaba elecciones. El engendro Frankenstein que puso en pie la moción de censura se estaba cayendo a pedazos y la sociedad española buscaba en las urnas certidumbre y estabilidad. Ahora las elecciones no las quiere casi nadie. Son la consecuencia de un fracaso sistémico. Pocos creen que puedan servir para sacarnos del lío en que nos ha metido la clase política más torpe que hemos tenido en España en medio siglo. El entusiasmo que en abril llevó a las urnas a más del 75 por ciento del censo electoral -el tercer registro más alto de la secuencia histórica- ha devenido en desencanto, enfado y desmotivación. Sobre todo, en la izquierda. A sus electores no les disgustaba la idea de ver a sus dos marcas compartiendo el gobierno y creen que si no fue posible con dos, aún será más difícil con tres. Ni los más optimistas confían en ver a Sánchez, Iglesias y Errejón en amor y compañía.
Así de mal están las cosas para el PSOE. El contexto, además, juega en su contra. Dos palabras que estaban proscritas en la campaña de primavera -crisis y Cataluña- han pasado a ser las más utilizadas en la campaña de otoño. La borrasca económica que se avizora juega contra los intereses de Sánchez porque convierte en ciencia ficción la política expansiva que preconiza. La sentencia del procés le obliga a caminar sobre el alambre. La imagen de Sánchez acariciando la culata del 155 ante el desafío independentista contenta las exigencias de los suyos en la mayor parte de España, pero le hace perder votos en Cataluña, que es uno de los territorios donde el socialismo cimenta sus victorias electorales. Además, los bandazos pendulares en esa materia -de la plurinacionalidad a la unidad de la patria, de la puerta de Pedralbes a la suspensión de la autonomía- restan credibilidad a su discurso vertebrador. Ahora, España. Mañana, ya veremos.
Al separarse de Podemos durante la negociación fracasada de un gobierno estable, y al envolverse en la bandera durante las horas previas a la sentencia, Sánchez buscaba atraer el voto de un Ciudadanos que parece haber entrado en barrena. Pero tampoco parece, según señalan hoy por hoy los hígados de las ocas, que ese proyecto le esté saliendo bien. El grueso de los electores de Rivera son anti Sánchez. De otro modo le hubiera penalizado, en las urnas de abril, la campaña del «no es no» a la coyunda con el presidente en funciones. Antes de arrimarse al PSOE , los centristas desencantados parecen preferir el refugio de la abstención o los requiebros puntuales con el PP de Casado. Añádase a todo lo anterior el daño que le va a ocasionar la candidatura de Errejón -mucho o poco, ya lo veremos- y tendremos una idea aproximada de la magnitud del error que Sánchez cometió al forzar la repetición de las elecciones. Pincho de tortilla y caña a que ya está arrepentido.
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