Cuando el fin separatista justifica los medios
La presión que Montilla ha ejercido con el PSOE supera incluso la de su predecesor
El embrollo estatutario es consecuencia del empeño del ex presidente Pasqual Maragall por dar carpetazo a la era pujolista. Para ello, en 2003 puso en bandeja a ERC un regalo que posteriormente se revelaría envenenado: la elaboración de un nuevo Estatuto. A cambio, los republicanos ... entregaron el gobierno catalán a Maragall.
Porque aunque se hablara de reforma, el texto elaborado por el Parlamento catalán no tenía nada que ver con el de 1979 tanto en su forma -nada menos que 221 artículos- como en su fondo -el techo competencial catalán se elevaba hasta cotas pseudoindependentistas-. Pero el gran vicio de ese proyecto fue la falta de consenso en su tramitación política y ciudadana. El PP, que participó en la ponencia parlamentaria, votó en contra, mientras que, ya en las urnas, sólo uno de cada tres catalanes apoyó el texto. Pero la gran sorpresa fue el «no» promovido por ERC. Esa deslealtad le valió la expulsión del Gobierno catalán.
Los republicanos se sintieron traicionados cuando el presidente José Luis Rodríguez Zapatero se reunió con el líder de CiU, Artur Mas, en la Moncloa, para pactar el nuevo Estatuto. Los nacionalistas lograron la foto y los socialistas, limar las asperezas de un texto demasiado audaz para determinados sectores del PSOE, que comenzaron a pedir la cabeza de Maragall.
Y la lograron en 2006, adelanto electoral mediante y nuevo cabeza de lista en las autonómicas: el ex ministro de Industria José Montilla. Convertido ya una apuesta estratégica, el tripartito se reeditó y emprendió el camino del desarrollo estatutario, más tortuoso que su gestación si cabe. Montilla ha recurrido a la política de hechos consumados cuando la aplicación del texto sólo dependía de Cataluña, como ha ocurrido con la creación de la Agencia Tributaria catalana o el Consejo de Garantías Estatutarias, una especie de tribunal constitucional a la catalana. Pero fue la negociación del nuevo sistema de financiación, éste sí dependiente del PSOE, la que tensó la cuerda hasta límites insoportables, pues las reivindicaciones catalanas lograron poner en pie de guerra al resto de Comunidades autónomas, tanto socialistas como populares. Aunque con un año de retraso, Cataluña logró una financiación propia y ERC, su cuota de pantalla, pues el propio Zapatero convenció a sus dirigentes de que aceptaran su generosa oferta.
Cordón sanitario contra el PP
La euforia por este logro, suscrito el verano pasado, duró poco, pues fue entonces cuando surgieron filtraciones respecto a una posible sentencia del Tribunal Constitucional (TC) que echaría por tierra buena parte de la arquitectura estatutaria. Montilla redobló sus advertencias al PSOE y al TC al tiempo que recurría de nuevo a la estrategia del cordón sanitario contra el PP -obviando que hay otras comunidades socialistas y el Defensor del Pueblo también ha recurrido el Estatuto- que ya inspiró el pacto del Tinell. Y, como se ve, esas amenazas han tenido continuidad a través de un frente común periodístico sin precedentes en democracia.
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