El 23-F, el golpe fallido que puso a prueba la Transición española
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23 de febrero de 1981. Eran las seis y veinte de la tarde cuando un grupo de guardias civiles, dirigidos por el teniente coronel Antonio Tejero, entraba en el Congreso. Una prueba de fuego para la joven democracia española y para el Rey, que en la madrugada del 24 de febrero rechazó la asonada. Así narró nuestra Redacción esas frenéticas horas
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Iniciar sesiónA la una catorce de la madrugada, Su Majestad el Rey Don Juan Carlos dirigió a los españoles un mensaje a través de la Radiotelevisión Española. Vestido con uniforme de capitán general del Ejército de Tierra, el Monarca dijo:
«Al dirigirme a todos los ... españoles, con brevedad y concisión en las circunstancias extraordinarias que en estos momentos estamos viviendo, pido a todos la mayor serenidad y confianza y les hago saber que he cursado a los capitanes generales de las regiones militares, zonas marítimas y regiones aéreas, la orden siguiente: Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso, y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. Cualquier medida de carácter militar que, en su caso, hubiera de tomarse, deberá contar con la aprobación de la Junta de Jefes de Estado Mayor. La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar, en forma alguna, acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum».
Finalizado este breve mensaje del Rey Don Juan Carlos, fue interpretado el Himno Nacional. Durante su alocución al pueblo español, el Rey apareció sentado en su mesa de despacho y mostró un gesto serio y preocupado, pero firme.
Edificio rodeado
A la hora de cerrar la presente edición, se aseguraba que las fuerzas de la Policía Militar, presentes en el Palacio del Congreso de los Diputados desde la una y media de la madrugada, habían efectuado su entrada en el patio interior del edificio, concretamente en el pasadizo que separa el edificio viejo del nuevo, inaugurado el pasado verano. A las tres menos diez de la madrugada, por otra parte, una compañía de la reserva de la Policía Nacional ocupaba posiciones en la plaza de Neptuno, junto al Palacio de las Cortes. Los guardias iban provistos de cascos especiales, escudos y fusiles lanzacohetes y lanzabotes de humo.
A la salida del hotel, el general Armada, fuertemente escoltado por miembros de las Unidades de Acción Rural (fuerzas de la Guardia Civil) y acompañado por el gobernador civil de Madrid, don Mariano Nicolás García, ningún periodista pudo obtener declaración alguna del alto mando militar, que inmediatamente subió a un automóvil, que partió con dirección desconocida. A la una y media habían, por otra parte, comenzado a llegar a las proximidades del Congreso tropas militares de la División Acorazada Brunete en nueve 'jeeps'. También lo había hecho la Policía Militar. Desde los balcones y ventanas de los edificios de la carrera de San Jerónimo algunas personas miraban con discreción la sucesión de hechos que acontecían delante del palacio.
A esta misma hora, los rumores se habían disparado entre las personas situadas en los aledaños de las Cortes. El más difundido apuntaba a una próxima rendición de las fuerzas que desde las seis de la tarde ocupaban el palacio, pero ese rumor no pudo ser confirmado. La situación en cualquier caso parecía más distendida. A ello había contribuido esencialmente el mensaje de Su Majestad. También en buena medida, la lectura del comunicado que hizo el director general de la Seguridad del Estado, don Francisco Laína, quien manifestó que estaba en permanente contacto con todos los gobernadores civiles y transmitió al país una medida sensación de tranquilidad; sensación a la que, naturalmente, había contribuido con anterioridad el mensaje leído en radio y televisión por el secretario general de la Junta de Jefes de Estado Mayor, general Barrios Balán.
Un señalado integrante de la Guardia Civil, el general Prieto, pudo entrevistarse con el militar golpista. Prieto, que aseguró que Tejero estaba «muy tranquilo», afirmó asimismo que no conocía exactamente qué clase de órdenes recibía, pero «que parecía responsable de la ocupación de las Cortes». Casi a las dos de la madrugada fuentes próximas a los secretarios de Estado y a los subsecretarios reunidos en el Ministerio del Interior confirmaban el rumor de que el capitán general Milans del Bosch había ordenado retirar las tropas de Valencia.
Conocido finalmente el mensaje de Su Majestad, numerosos capitanes generales y altos mandos de las Fuerzas Armadas mostraron su adhesión inquebrantable al Rey, al mismo tiempo que significaban su escrupuloso acatamiento al orden constitucional vigente.
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