La pasividad mediática se vuelve contra el PP

Horas después, los populares se reúnen en una convención en Valladolid. Ministros, alcaldes y presidentes autonómicos preguntan a los periodistas presentes por los lances de aquel debate con Iglesias. Todos -los del PP- reconocen ver las cadenas de la izquierda: La Sexta, La Cuatro, Telecinco... Y admiten que ahí se ventila una guerra que están perdiendo a conciencia . Sin embargo, el presidente del Gobierno solo admitió ayer durante el Comité Ejecutivo la parte más evidente de ese fenómeno inquietante para los dos grandes partidos, la fuga de votos. Y ofreció una «dinamización» interna que algunos interpretan como el cambio de estrategia anhelado . Pero es solo una deducción porque Rajoy no detalló. En la cúpula, aunque la lectura es positiva en tanto en cuanto el partido del Gobierno ha ganado las elecciones, sacado dos escaños al PSOE, y su líder se salva con Merkel y Renzi de la quema general europea, hay preocupación por la pérdida histórica de 2,6 millones de votos.

Un ministro lo resume para ABC: «No nos podemos engañar. Tenemos un problema y nuestro problema no es solo el fin del bipartidismo, ni Pablo Iglesias , ni Vox. Nuestro problema es que no conectamos con la calle, ni a través de las redes sociales ni en las televisiones. Y es un alto precio que no nos podemos permitir». Ese cargo toca la tecla más delicada del «estilo Rajoy», basado en el convencimiento de que la ciudadanía es más madura de lo que los candidatos televisivos creen. Por eso, en Moncloa ayer los gurús presidenciales - Arriola a la cabeza- se negaban a extrapolar resultados en el bien entendido de que el 25-M es un desahogo por la crisis y el paro que no se repetirá en las autonómicas y, mucho menos en las generales, hasta las que media, además, un tiempo de oro para la recuperación real.

Sin embargo, intramuros la autocrítica no falta: se duelen de la escasa, por no decir nula, proactividad en el discurso político. En el núcleo duro de Génova reconocen que no se gana una guerra si uno no se involucra en ella. «Nos falta convicción política, alguien que dentro del Gobierno sirva de contrapunto a los mensajes efectistas de los partidos de izquierda. Vamos tarde, como ya pasó con Cataluña », asegura la misma fuente. Y añade: «Hay veces que parece que nos da pereza medirnos en esos programas con esos grupos radicales. Olvidamos que tienen fuerza y audiencia». No le falta razón al interlocutor de ABC. Hasta el seguimiento de la noche electoral de las europeas ha sido elocuente. La Sexta, la otra incubadora con Cuatro del fenómeno « Podemos », ganó en audiencia al resto de cadenas que emitieron programas especiales. Si hay un espacio que ha dado a conocer de la nada a Iglesias ese es «La Sexta noche», el formato no deportivo del sábado con mayor audiencia social (replicado en Twitter y Facebook). Allí el hoy europarlamentario ha gozado todos los fines de semana de una plataforma impagable de 1.300.000 espectadores de media, un 7% de cuota de pantalla. Una campaña gratis que llegó a molestar a Izquierda Unida. Ya se ha visto por qué: el partido de Iglesias se ha quedado a tan solo un escaño de la coalición de Cayo Lara, hoy tocada. Por cierto, formación en la que militó hace años el propio cabeza de lista de «Podemos». Pero ha quedado claro que los jóvenes de izquierda se identifican mucho más con la imagen y discurso de Pablo Iglesias que con los de Lara, al que asimilan al sistema.

Entre los damnificados por la desafección al PP, los más ruidosos fueron ayer los líderes territoriales. Públicamente lo expresaron, calculadora en mano, barones y baronesas. Desde luego lo hicieron los madrileños Ignacio González y Esperanza Aguirre (ver su artículo en la página 5 de este diario) y, con ellos, el valenciano Alberto Fabra . Todos respiran por la herida. El temor a perder los graneros de Madrid (con una caída de casi 19 puntos) y de la Comunidad Valenciana (que sufre un batacazo del 23%) está instalado en Génova desde hace meses por mucho que las dos comunidades siguen manteniendo el primer puesto gracias al desplome socialista. Es el expediente X sobre el que eluden hablar Rajoy y Cospedal. Hasta que toque. Pero empieza a tocar: hoy ya falta menos de un año para esos comicios que, estos sí, medirán de verdad el poder territorial del PP. Lo que es cierto es que el escrutinio de ayer sumió a sus dirigentes locales en la desolación: el batacazo es de tales dimensiones en Madrid que una coalición de izquierdas -desde ayer con «Podemos» de bisagra- podría arrebatar nada menos que la capital de España al partido de Rajoy, que la gobierna desde hace 23 años, en época de Felipe González. Esperanza Aguirre pidió «reflexión» para resintonizar con los votantes. En esa línea también habló su sucesor, Ignacio González, y el presidente valenciano sobre el que pende asimismo la amenaza de una gran coalición encabezada por la emergente fuerza de Compromís. Además están los correctivos para Génova de Cataluña, País Vasco, la Andalucía que se volvió a casar con el PSOE el domingo, y el tirón de orejas a Monago en Extremadura.

Entre los dirigentes regionales también se mira con reproche la campaña «que perdió el PP», aseguran. Faltó, según un ministro de Rajoy, «más frescura y un lenguaje más directo». Otro, sin embargo, difiere: «Tampoco tenemos que caer en la trampa de socializar la derrota del PSOE».