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«Melilla necesita esta valla»
El coronel jefe de la Guardia Civil cree que «no es para estar orgullosos», pero sin ella la seguridad estaría «desbordada»
«Melilla necesita esta valla»
Lo primero que sigue llamando la atención de la valla que separa Melilla de Marruecos es que alguien sin ayuda pueda saltarla en apenas unos segundos. Es, en los puntos más calientes y preferidos por los emigrantes que quieren entrar en España, un triple ... monstruo de metal de siete metros de altura con agentes a uno y otro lado y reforzado con sensores , medio centenar de cámaras, las famosas concertinas -alambres con cuchillas- , malla antitrepa y hasta un sistema de tubos de aspersión de agua con pimienta, aunque esto último no ha llegado nunca a emplearse.
«Esto es un monumento a la sinrazón y ningún melillense puede estar orgulloso de él», afirma el c oronel Ambrosio Martín Villaseño r, al frente de los más de 600 efectivos con que cuenta la Guardia Civil en la ciudad autónoma. Aproximadamente el 40 por ciento se encargan de vigilar la frontera por tierra y mar. Pero «esta valla es necesaria» porque «Melilla es una ciudad pequeña y fácil de desbordar» , explica a continuación, dando a entender que sin la verja, que cuando se empezó a levantar en los años 90 era menos de la mitad que ahora, la estabilidad y la seguridad no serían posibles en estos momentos. A pesar de todas las medidas desplegadas, «sesenta segundos les bastan» para saltarla, afirma el coronel.
Un paseo por el perímetro sirve para distinguir el brillo de la nueva y polémica concertina recién puesta sobre el vallado por orden del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz . Da la «bienvenida» a unos seis metros de altura a los que tratan de sortear la verja. Bajo esas flamantes cuchillas se ven las que ya existían, más apagadas por el óxido y el paso del tiempo, que también llevan años hiriendo a los emigrantes y que permanecen desde los tiempos del Ejecutivo del PSOE, que dio el visto bueno para que se colocaran. Ambas alambradas son iguales y no se limitan a causar heridas superficiales. Nadie, ni siquiera la Iglesia, las aplaude. Las críticas han sido de todo tipo y el propio Gobierno del presidente Mariano Rajoy ha dicho que se quitarán si se encuentra un método de igual efectividad.
En la Comandancia de Melilla se encuentra el Centro Operativo, una sala desde donde se controlan las cámaras y se alerta siempre que es posible a los agentes marroquíes de que los emigrantes se acercan . «Los sitios son siempre los clásicos, pero ellos estudian la topografía, las vías de aproximación y las zonas de sombras para no ser detectados por las cámaras», reconocen los agentes sin quitar ojo de unas pantallas que van cambiando según qué parte del perímetro quieren controlar.
«Las vaguadas y las zonas donde hay casas de vecinos marroquíes próximas a la valla» son lugares predilectos porque les sirven para el «efecto sorpresa». Así ocurrió el viernes 29 de noviembre, cuando más de un centenar de subsaharianos llegaron en grupo a la altura del arroyo de Farhana a las dos y media de la tarde. En pocos minutos unos 40 habían saltado. Unos operarios con mono naranja reparaban los desperfectos en la tarde del lunes. «Esto es siempre así», reconoció uno de ellos a ABC. A pocos metros de allí se produjo otro salto el miércoles.
«Los intentos son diarios» y cuando logran saltar, que es con cierta frecuencia, «hay lío», reconoce Martín Villaseñor mientras acompaña a este periódico por todo lo largo del perímetro. «Hemos tenido que llegar a abrir las puertas para que se refugien los agentes marroquíes», debido a la violencia con la que llegan los subsaharianos en su intento de no ser repelidos en Marruecos o para evitar ser expulsados una vez que han superado la valla. En esos saltos «se violan todas las leyes y normativas», se queja el coronel.
Quejas y denuncias
Las autoridades españolas abren a veces las puertas del vallado para echar a inmigrantes sin papeles que han logrado entrar en Melilla. Se hace, como en Ceuta, de manera pactada con los marroquíes, sin seguir el procedimiento que prevé la ley y sin importar el color del partido en el Gobierno. Algo similar ha sucedido tras la entrada en barca a través del mar. Las quejas y denuncias se acumulan por ambos motivos. Llegan tanto de los propios inmigrantes como de las ONG, que en algunos casos lo han documentado con imágenes, como muestra el presidente de la asociación local Prodein, José Palazón, convertido desde hace años en azote de la autoridad local.
También lo han denunciado los propios agentes a través de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), y hasta el Defensor del Pueblo lleva años dando cuenta de ello en sus informes.
Los más de nueve kilómetros de alambrada separan dos países, dos rentas, dos sistemas de salud, dos sistemas de educación, dos sistemas políticos, dos modos de vida... dos mundos . Unos exigen su derecho a la libre circulación. Otros, como el jefe de la Guardia Civil, insisten en que hay que aplicar la ley «por muy víctimas» que sean esos que buscan una vida mejor. Y de fondo, el hecho de que uno de los estados, Marruecos, es el único país del mundo que no reconoce al otro vecino, España, lo que hace más complicado poner orden. Martín Villaseñor trata de sobrevivir sin que la reivindicación territorial de Rabat le salpique y destaca las «buenas relaciones» de la Guardia Civil con su cuerpo homólogo al otro lado, la Gendarmería Real.
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