Ajuste de cuentas

La guerra por otros medios

El nuevo pulso arancelario revela que la tregua fue sólo una ilusión

El oro y los miedos (08/10/25)

El presidente de EE.UU., Donald Trump, y el presidente de China, Xi Jinping, en una imagen de archivo Reuters

Donald Trump ha vuelto a colocar a China en la mira estratégica. Su anuncio de un arancel adicional del 100 % a los productos chinos -en respuesta a los nuevos controles de exportación de minerales escasos decretados por Pekín- provocó la peor caída de ... los mercados estadounidenses desde abril: el S&P 500 retrocedió un 2,7 % y el Nasdaq un 3,6 %. El mensaje fue claro: la tregua comercial se ha roto.

China eligió un punto neurálgico. Los minerales escasos son el sistema nervioso de la industria tecnológica moderna: sin ellos no hay chips, vehículos eléctricos, ni misiles. Con su decisión, Pekín recordó a Washington que el control de los insumos críticos puede ser tan decisivo como una flota en el Pacífico. Es el reverso de la vieja ilusión de que el comercio podía servir para extender la paz y la democracia: los nuevos señores del mundo han decidido convertirlo en un arma de disuasión.

Hu Xijin, exdirector del 'Global Times' y portavoz oficioso del nacionalismo chino, lo expresó sin rodeos: «El sentido de asfixia que EE.UU. siente hoy por los controles chinos sobre las tierras raras es exactamente el que China sintió en 2018 cuando se le cortó el acceso a los chips estadounidenses. EE.UU. puede romper algunas bombillas en el edificio principal de China, pero China puede cortar la electricidad del edificio principal de EE.UU.»

La analogía es premeditada: Pekín no quiere usar esa palanca, pero busca que Washington sepa que la tiene. Y exige ser tratada «de igual a igual», sin la «arrogancia» de años anteriores. Trump llegó a insinuar que podría suspender su cumbre con Xi, prevista para finales de mes durante la reunión de la APEC en Seúl. Pero es posible que el movimiento chino no busque solo reforzar su posición negociadora para esa cita, sino responder a las conversaciones entre EE.UU. y Taiwán, cuya delegación está en Washington desde finales de septiembre. Trump quiere que la mitad de los chips avanzados de TSMC se fabriquen en suelo estadounidense; Taipéi no lo desea y Pekín, menos aún. No por casualidad, China anunció maniobras militares alrededor de Taiwán el 9 de octubre, el mismo día que endureció los controles.

El conflicto comercial, así entendido, deja de ser un asunto de aranceles: es la expresión económica de una lucha por la hegemonía del siglo XXI. Como advirtió Garry Kasparov en el Foro La Toja, la guerra de Ucrania es el frente donde se dirime la confrontación entre Washington y Pekín. Gaza, de la que hablan todas las portadas, es solo una cruel distracción.

Trump no está abriendo otra guerra comercial; sólo admite que nunca terminó. Los mercados tiemblan no solo por los aranceles, sino porque intuyen el cambio de época: el comercio ha dejado de ser un puente y ahora es el campo de batalla. El resultado es que la globalización se deshace y el planeta entra en una economía de guerra fría, donde cada movimiento -una licencia, un chip, un arancel- es una jugada más en la partida decisiva del siglo. jmuller@abc.es

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios