AJUSTE DE CUENTAS
Los datos no cuentan
Donald Trump ha sido incapaz de reconocer un dato que le beneficiaba en su guerra con Jerome Powell
Falsas analogías (31 / 7 / 25)
Erica McEntarfer
La abrupta destitución de Erika McEntarfer como jefa de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) de EE. UU., ordenada por el presidente Donald Trump tras un mal dato de empleo, marca un punto de inflexión preocupante. La acusación –infundada– de que los datos ... estaban «manipulados» para dañar políticamente al expresidente rompe una línea roja institucional: la independencia técnica de las estadísticas económicas. Lo que ha quedado meridianamente claro es que Trump es incapaz de reconocer un dato que le podía ayudar en su batalla con Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, para que baje los tipos de interés.
Confirmada por el Senado en 2024 con respaldo bipartidista, McEntarfer contaba con el respeto de toda la comunidad estadística. Su cese no responde a mala praxis, sino a una reacción política ante cifras desfavorables: solo 73.000 empleos creados en julio y revisiones negativas en los meses previos. Que se despida a quien da el mensaje, no al responsable del problema, degrada el estándar que hizo del BLS una referencia global.
La estadística pública no es un apéndice del relato político. Es una infraestructura crítica sin la cual las políticas pierden legitimidad y los mercados, confianza. Grecia lo aprendió a golpe de crisis: el maquillaje de su déficit público, descubierto en 2009, disparó su prima de riesgo y casi la expulsó del euro. Aquel escándalo forzó una profunda reforma institucional y la persecución judicial –injusta– del estadístico Andreas Georgiou por decir la verdad.
Argentina vivió su propio declive entre 2007 y 2015, cuando el INDEC publicó inflaciones irreales mientras el Gobierno perseguía a consultoras privadas por estimar cifras más creíbles. El FMI llegó a sancionar al país. Solo tras la intervención técnica y la suspensión de la serie estadística en 2016 se inició una recuperación parcial de la confianza.
Y Venezuela llevó la manipulación al extremo: ocultar la hiperinflación, negar la pobreza y distorsionar el PIB convirtió sus estadísticas en propaganda sin valor. La economía real colapsó, pero los números oficiales decían otra cosa. Fue el primer paso para manipular datos más importantes: los resultados de las elecciones de 2024.
En Estados Unidos, el deterioro venía gestándose. Según Reuters, la tasa de respuesta a las encuestas del BLS ha caído del 80% en 2020 al 67% actual, por falta de personal y recursos. McEntarfer luchaba por mantener los estándares con medios menguantes. Su destitución no solo liquida esa resistencia, sino que transmite un mensaje inquietante: si los datos no gustan, se cambia al estadístico.
En economía, la credibilidad se construye lentamente y se pierde en un instante. Grecia, Argentina y Venezuela ya pagaron ese precio. Estados Unidos, si no corrige el rumbo, podría seguir un camino similar. Porque sin datos fiables, todo es ideología. Y sin instituciones que protejan a quienes los producen, ya no hay democracia que los respalde.