El Gobierno relanza el despliegue internacional de Navantia en pleno auge del gasto en defensa

El pasado 15 de junio la compañía estatal dedicada a la construcción de buques militares activó los trámites burocráticos para la constitución de dos nuevas filiales en Arabia Saudí y el Reino Unido, según ha podido confirmar ABC en fuentes oficiales, que se unirán a una red que ya cuenta con una filial operativa en Australia y otra sin actividad en Brasil, y continúa trabajando en la apertura de una nueva oficina en Miami para desembarcar en el mercado norteamericano.

El movimiento busca exprimir las posibilidades de negocio de la compañía en esos dos países. Navantia se ha convertido en el socio industrial de referencia en materia de fabricación naval del Ejército saudí, con el que constituyó el año 2018 una 'joint-venture' para el desarrollo del programa de construcción de cinco corbetas, que está previsto que le deje en caja unos 900 millones en los próximos años.

Tras el desencuentro creado por el episodio del intento de suspensión por parte de la ministra de Defensa, Margarita Robles, de un contrato de venta de bombas a Arabia Saudí en 2018, que estuvo a punto de dar al traste con el contrato para la fabricación de las corbetas, la colaboración industrial –que incluye transferencia de conocimiento desde la industria naval española a la saudí– se ha consolidado y según admite Navantia en su última memoria anual no sólo se están valorando nuevas oportunidades de desarrollo de negocio, sino que esta sociedad conjunta ha abierto nuevas posibilidades a Navantia en el mercado de Oriente Medio.

La constitución de una filial en Arabia Saudí responde, en palabras de la compañía, al potencial «desarrollo de proyectos de localización con empresas saudíes en apoyo del Plan Vision 2030», cuyo objetivo es el desarrollo de una industria militar propia.

La decisión de constituir una filial en Reino Unido también es estratégica para Navantia. La empresa pública aspira a consolidar una posición fuerte en el mercado británico en puertas de la reactivación del programa FSS, paralizado durante la pandemia y que prevé la construcción de tres grandes buques de carga sólida. Navantia ha tejido relaciones con empresas de la industria naval local para tratar de mejorar sus posibilidades de éxito.

El mercado británico también interesa por otra de línea de negocio que augura un desarrollo cada vez más importante: la construcción de elementos para infraestructuras de eólica marina, muy desarrollada en las islas.

Navantia tiene presencia en una veintena de países y más de la mitad de su facturación descansa en su negocio internacional. Según las cuentas de 2021, la empresa facturó 638 millones de euros en España y 667 millones en el extranjero. Cifras que no fueron suficientes para impedir que los astilleros públicos cerraran el ejercicio con unos números rojos de 93 millones de euros.

Navantia maneja una cartera de pedidos de más de 7.000 millones de euros, vinculados en su mayoría a la Armada Española, pero su sostenibilidad financiera a largo plazo dependen en buena medida de su capacidad para consolidarse como un actor importante en el escenario internacional.

En los últimos años el Estado ha inyectado 1.624 millones de euros en préstamos participativos en Navantia a través de Sepi para impedir que la empresa entrara en causa de disolución, de los que la compañía apenas ha sido capaz de amortizar 1.300 millones. Dejar de perder dinero depende de elevar el negocio internacional.