Una salida al dilema griego
La espada de damocles pende de forma permanente sobre la cabeza del pueblo heleno. en la mesa, su segundo rescate , si bien pocos confían en su capacidad de éxito para seguir en el euro
Mª JESÚS PÉREZ/ J. TAHIRI/e. SERBETO
La imagen de rechazo de Grecia a la «troika» —Comisión Euroepa, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo—, alimenta las teorías que sitúan al país fuera del mapa europeo. Pero el fracaso heleno es también el fracaso continental y señala a la raíz ... misma de la Unión Europea. En 2004, Eurostat ya detectó en un informe irregularidades en la contabilidad helena entre 1997 y 2003, pero la Comisión Europea, por entonces, no contaba con competencia para controlar las cifras del país. Las medidas propuestas tampoco han funcionado. Después de tres años de austeridad, la recesión continúa, y continuará, en el país hasta 2013: según las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) Grecia cerrará 2012 con una contracción del 2% de su PIB después de caer más de un 5% en 2011.
Las dudas sobre la capacidad del Gobierno griego de aplicar el plan tras las próximas elecciones —el próximo mes de abril—, alcanzan máximos desde Berlín. El ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble, manifestó sus dudas sobre la capacidad del Gobierno heleno que salga de las urnas de implementar las reformas necesarias. Pero, tal y como señala a Empresa el periodista heleno de la televisión MegaTV Antonis Fourlis, la debilidad del actual Ejecutivo hace imposible la implementación efectiva del plan. En su opinión, a pesar de la impaciencia germana, las elecciones para alumbrar un Gobierno con respaldo para aplicar el plan son necesarias.
«La población quiere asegurarse de que en esta ocasión, la austeridad traerá crecimiento y que habrá rectificaciones si no funciona», afirma Fourlis mientras apunta que los políticos griegos están «eludiendo sus responsabilidades» al señalar que aprueban el plan no por iniciativa propia, sino por obligación de la «troika» . «Esto hace que la mayoría de la población griega esté en contra de las medidas elaboradas por la «troika», pero a la vez culpan a los políticos nacionales de no haber cambiado nada en los últimos treinta años», denuncia Fourlis. Una contradicción que simboliza el doble pecado heleno y continental.
El sentir de la sociedad griega es un hecho revelador de la situación actual. Los griegos no quieren abandonar el euro, pero tampoco que Alemania insista en un plan que casi toda Europa sabe que no tiene todas las respuestas, por más que acierte, eso sí, parcialmente.
Por ello, ante la incapacidad de Gobierno y autoridades europeas de lograr encontrar una solución factible y ventajosa para todos, si es que existiera, empiezan a proliferar diversidad de propuestas de prestigiosos economistas que podrían poner sobre la pista a unos y a otros. Entre ellas destaca una en concreto, que sugiere la idoneidad de hacer convivir en Grecia dos divisas : el euro y el dracma, con lo que se evitaría su expulsión o su salida de la Unión, y permitiría continuar con el devenir económico del país.
Dos monedas y un destino
Si bien es verdad que los enamorados del euro no querrían ni oír hablar del tema, esta solución evitaría la cada vez más que posible salida de Grecia de la Eurozona , voluntaria —dicen unos—, o expulsión —dicen otros—, y, a la postre, acabaría en un suspiro, con la probabilidad de que algún que otro miembro de la Unión, al margen del país heleno, acabase en idéntica situación. Lo que carece ya de toda lógica es tener en jaque a una zona econ ómica en su conjunto por un único país, que además supone tan solo el 2,5% de su PIB global.
En Europa se han buscado soluciones, sí, pero todas ellas, o eran inasumibles por ley, o han caído en saco roto por la escasa capacitación griega para poner toda la carne en el asador y llevar a buen término las peticiones de los oyentes-socios. Ahora bien, las propias normas del Tratado de Maastricht pueden servir de parangón. Precisamente porque es un acuerdo que, para algunos economistas, contiene la solución a la ya interminable tragedia griega. De hecho, da respuesta a la gran pregunta: ¿Puede continuar Grecia siendo miembro de pro de la Unión Europea sin salir del euro? No exactamente, pero sí, sí puede.
Los profesores Pedro Schwartz, Francisco Cabrillo y Juan Castaneda han presentado una propuesta —«Un modo práctico de suspender a un miembro de la UEM temporalmente»—que arroja luz sobre el caso griego. Partiendo de la base de que el problema del país es un déficit exterior inasumible, la solución tiene que buscarse en la forma de conseguir devaluar su moneda. El euro, no es posible. La pseudodevaluación pasaría entonces por reducir los costes internos, algo que ni los políticos ni los sindicatos griegos quieren. O, al menos, es lo que parece. ¿Han empezado a vender ya empresas o infraestructuras públicas como se les pidió, por ejemplo? ¿Aceptan definitivamente más reducciones de salarios o definitivamente reducir de forma drástica el funcionariado griego?
A esto se añade un serio problema. El país es incapaz de reducir su deuda pública. Más del 160% sobre el PIB. La petición de la «troika» es reducirla al 130%. Y Grecia ni es una economía productiva que exporte lo suficiente para devolver —como Irlanda, que habiendo sido rescatada, ha hecho los deberes oportunos, de hecho, ya exporta, y, por tanto, ya no está en el punto de mira—, ni puede hacer una devaluación. Pero, si volviera a tener el dracma, sí.
Entonces, ¿qué hacer? El Tratado del euro, el de Maastricht, permite que los países dejen el euro, si se sale de la Unión Europea. Europa se está resistiendo a que Grecia tome este camino. Se consideraría un paso gravísimo. Europa, para los miembros de la Unión, se resquebrajaría si tal cosa ocurriera. La solución pues, pasaría por conseguir que Grecia pudiera devaluar su divisa sin salirse del euro. Para ello, según explica el estudio que lidera el profesor Schwartz, Grecia no debe salir del euro pero sí ser suspendida. Es decir, seguiría como miembro de la Unión pero sin opciones, por ejemplo, a votar propuestas y acuerdos en el seno del BCE, o votar en la reuniones de ministros del euro, etc. Es decir, se «congelaría» como miembro activo de la Unión Monetaria.
Así, se permitiría a Grecia tener dos monedas en circulación. El euro y el dracma. De esta manera, el dracma se podría devaluar respecto al euro y ser utilizada como moneda de cambio. Al mismo tiempo, la UE garantizaría los depósitos bancarios en euros para evitar la retirada en masa del dinero de los bancos.
Una vez garantizados los depósitos bancarios, que alejaría el miedo de la población a quedarse sin dinero —algo que ocurrió, por ejemplo, con Argentina que ocasionó su posterior y famoso «corralito»—, todo aquello denominado en euros se transformaría también en dracmas. Así, la deuda pública griega se devolvería en la antigua divisa helena, la deuda de los Estados y los Gobiernos europeos se denominarían en dracmas e, incluso, el Estado griego pagaría y recibiría impuestos en dracmas, mientras los ciudadanos domiciliados en el país también comprarían y venderían en dicha moneda. Mientras, el Banco Central de Grecia debería comportarse de manera responsable, algo que ha brillado por su ausencia a lo largo de los últimos años, evitando, sobre todo, imprimir demasiados dracmas que llevarían su cotización a los suelos.
Ahora bien, faltaría por conseguir el equilibrio en la balanza comercial. ¿Cómo? Las exportaciones griegas se realizarían en dracmas devaluadas y las importaciones, en euros. Una situación que reavivaría la economía de Grecia. Volvería el turismo, sus productos agrícolas, etcétera... en definitiva el país podría de nuevo vender más y comprar mucho menos, con una circulación paralela de ambas divisas hasta resolver la situación y volver a la normalidad.
Ejemplo a seguir
Con la solución griega, se crearía, digamos, jurisprudencia, y en Europa se extendería la confianza entre aquellos países bajo vigilancia, en peligro de expulsión como los helenos y, por ende, a los que se vieran seriamente perjudicados por ello. De hecho, con la situación actual, diversos países europeos sopesan qué medidas tomar en el caso de que Grecia finalmente tuviera que salir del euro. ¿Y si no tuviera que salir?
En cualquier caso, en la actualidad, aún sin una verdadera solución, el problema y los temores están latentes. Los países más expuestos a una eventual quiebra de Grecia o a una salida de este país de la moneda única son sus principales vecinos en el sureste de Europa: Albania, Bulgaria, Macedonia, Rumanía y Serbia. Según un informe del Fondo Monetario Internacional, aunque estos países tienen un grado de protección con CDS «relativamente estable» no podrían evitar que la caída del valor de los apalancamientos de bancos locales dependientes de matrices griegas pudieran tener «efectos significativos» en el equilibrio macroeconómico de estos países.
Por otro lado, la mayoría de los poseedores de bonos de deuda griega son bancos de Europa Occidental, principalmente alemanes y franceses. En el caso de Francia, la deuda está en poder sobre todo de filiales helenas de bancos de matriz gala, lo que en parte podría limitar la capacidad de contagio de las pérdidas, mientras que las entidades financieras alemanas ya han preparado reservas cercanas al 70% de la deuda griega en su poder, en línea con los porcentajes con los que el gobierno de Atenas negocia con sus acreedores. En este caso, el informe del FMI considera que a pesar de que «hay cierta concentración de la exposición a la deuda» en ciertos bancos, el tamaño de las economías en las que estas pérdidas deberían disolverse permite pensar que sería «manejable». A buena distancia de Alemania y Francia, Gran Bretaña, Italia, Bélgica y España son los países europeos que concentran el resto del montante de deuda. «Sin embargo, el riesgo puede aumentar de forma dramática si la operación se llevase a cabo sin las salvaguardias adecuadas o bajo el escenario de una quiebra desordenada». Esos escenarios pueden amenazar la estabilidad de la zona euro, con posibilidades de afectar al sistema financiero global» aún a través de «canales indirectos», afirma el informe fechado el verano pasado.
Por el contrario, otros análisis sugieren que la evolución de la crisis favorece pensar en la opción de u na salida de Grecia del euro o en aceptar la bancarrota. «En los últimos seis meses no ha habido mejor momento que ahora para aceptar una quiebra estratégica de Grecia» ha dicho el analista de Citigroup, Jason Shoup.
Aunque eso no quiere decir que este banco norteamericano esté pensando en que esta es la opción más probable, pensando en que los mercados podrían ser capaces de absorber esta opción sin consecuencias graves para el resto de la zona euro. «La idea de dejar a Grecia caer en la quiebra después de un eventual acuerdo con el sector privado podría haber sido impensable hace unos meses, pero ya no sorprende que la resistencia a esta idea se vaya debilitando en Bruselas y Fráncfort. La fluctuación de los mercados está animando a los políticos a posiciones más radicales, incluso si eso hace temblar a los bonos portugueses».
Ese es exactamente el riesgo principal, que las ondas sísmicas de la caída de Grecia pudieran ser un tsunami continental. Según el FMI, la primera consecuencia de este contagio sería precisamente un cambio en la consideración de los usos de la zona euro , particularmente la aparición del concepto de que Europa puede tolerar una quiebra. Eso es lo que opina Phillip De buck, director general de la patronal europea «BusinessEurope» que ha dicho que la salida de Grecia del euro «tendría consecuencias para todos los demás. Los bancos griegos se verían afectados y algunos muy gravemente, lo que tendría un efecto contagioso sobre otros países y de ahí tememos que pudiera ser el principio del desmantelamiento de la Unión Europa, de la zona euro y del mercado único».
En todo caso, una quiebra de Grecia tendría como consecuencia un aumento de los intereses de la deuda para todos los demás países en dificultades, lo que según el FMI «aumentaría los problemas de competitividad» en toda la zona euro. «Los mercados podrían poner en duda las cualidades de la red de seguridad europea, lo que podría hacer emerger perturbaciones en los fondos soberanos y considerables pérdidas de créditos en el sistema bancario. Eso podría llevar a la retirada de muchos depósitos y a su vez problemas de liquidez en el sistema bancario europeo, que sigue siendo relativamente dependiente de un alto grado de apalancamiento».
El caso es, que soluciones, haberlas haylas. Y el hecho de que pudieran convivir dos monedas en un país para evitar su expulsión o salida voluntaria de la Unión no es una práctica nueva . En diversos países, sobre todo en América Latina, la cohabitación de dos divisas —una local débil, y una extranjera, fuerte, casi siempre el dólar—es una realidad. Por ejemplo en Ecuador, donde se utiliza el dólar como moneda masiva, mientras tiene su propia divisa, el colon, para uso local y cantidades menores.
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