Rato: «No entiendo que no me entiendan»
Con el buzón del móvil colapsado por cientos de mensajes de despedida, Rodrigo Rato abandona bankia sintiéndose incomprendido por los suyos a los que fue leal hasta el final
maría jesús pérez/susana alcelay
Con el buzón del móvil saturado de cientos de mensajes a los que no pudo, y en algunos casos ni quiso, contestar, en un primer momento, Rodrigo Rato abandonaba el pasado lunes , 7 de mayo, el proyecto financiero en el que se embarcaba hace ... ya dos años y medio. Pero no lo hacía exactamente por su propia voluntad , no. Más bien por la del Gobierno. Por la del presidente, Mariano Rajoy, cansado —dicen— de mediar entre su ministro de Economía, Luis de Guindos, y el presidente de Bankia.
Esa mañana de lunes había tomado la decisión de irse, tras sopesarlo con varias personas de su absoluta confianza, que le dieron su apoyo hasta el último momento y tras un fin de semana francamente complicado, en el que llegó a pensar, pero no a saber con certeza, que su «cese» era inminente. «Antes de que me echen, me voy yo», debió de comentar con sus más allegados.
El caso es que ya tomada la decisión definitiva descolgó el teléfono y se lo comunicó a Guindos: «me marcho». Una afirmación que debió de coger ciertamente por sorpresa al ministro, dado que, horas antes, había cenado con el titular de Economía en casa de éste —donde habrían quedado seguramente en seguir otra estrategia y otros tiempos—. Una sorpresa mayor si cabe para el ministro porque horas después, ese lunes, ambos se encontrarían en un acto muy personal y privado para el ya ex presidente de Bankia, en el que Guindos jugaría un papel importante para su antaño jefe de gabinete: padrino en la graduación en Cunef de María de los Ángeles —Gela— Rato, su hija mayor. Un acto, en el que, sin cámaras de por medio, Rato ni siquiera quiso negar un abrazo de su ex compañero de partido y de Gobierno.
Antes del acto familiar, Rodrigo Rato, también por la mañana, se desplazaba a La Moncloa a comunicarle en persona al presidente de Gobierno su marcha de la entidad. Tenía unas pocas horas por delante para escuchar o leer, y posteriormente contestar solo a aquellos mensajes que consideraba sinceros o merecedores de una respuesta igualmente sincera.
El denominador común de los receptores de sus mensajes o llamadas respecto al ánimo que destilaba Rato era el mismo: cierto «abatimiento», no tanto por tener que abandonar el barco, sino ante la falta de confianza en él por parte de los suyos —políticamente hablando— después de todo el esfuerzo, no solo durante los más de dos años al frente de la entidad madrileña, sino, y sobre todo, por lo sufrido en el último mes.
Rato había ideado un plan para Bankia, que le habían exigido de hecho hacía ya meses, y que pensaba que habían aprobado ya, pero que resultó después que no convencía a casi nadie por las veces que lo tuvo que explicar. O eso le hicieron pensar durante los últimos días antes de su dimisión. Ahora bien, tras la presentación del nuevo real decreto para el saneamiento de la banca española , anunciado el viernes, se percató de que sí lo aprobaban, pero no con él al frente.
De hecho, tras la rueda de prensa del consejo de ministros, en un corrillo con algunos medios, De Guindos reconocía que el «plan Rato» era un buen plan, pero, según sus palabras, fallaban los tiempos. Demasiado plazo para recomponer el banco. Europa no da más tiempo. La presión era enorme. De hecho, se acentuó con la visita del presidente del Banco Central Europeo , Mario Draghi, a Barcelona y sus palabras a Mariano Rajoy: o se arregla ya el desaguisado financiero español, o se tomarán cartas sobre el asunto desde fuera. La cabeza de turco sería Bankia, señalada ya por todo el sector español. Ya nadie quería esconder que había que hacer algo con Bankia. Y rápido.
Rajoy traslada el mensaje a Guindos, y éste, a petición además de los presidentes de los grandes bancos españoles —que le conminan a una reunión urgente ante el castigo que están recibiendo sus respectivas acciones en Bolsa por la renovada incertidumbre sobre el sitema financiero español—, accede a reunirse con ellos un día después para idear un plan. Una reunión que tuvo lugar el pasado viernes 4 de mayo con Emilio Botín, Francisco González, Isidro Fainé y Rodrigo Rato. Guindos finalmente sale convencido de que si se da el mensaje de que se interviene la entidad, las dudas sobre el sector en su conjunto cederán. Pero eran sentimientos dispares, porque Rato sale convencido de la reunión de que su plan gusta y de que, a pesar de que terminará recibiendo ayuda pública, él seguirá al frente de la entidad.
Las líneas maestras de Rato
Por ello a Rato no le deja de sorprender ahora que con todo lo que ha hablado y explicado en el partido, y en el Gobierno, lo que debería hacerse para sanear realmente la banca española, hayan sido sus explicaciones las líneas generales a seguir: desconsolidación, manguerazo y ayudas públicas. «No entiendo que no me entiendan», se quejaba Rato a los suyos respecto a la obcecación de Rajoy, e incluso Guindos —que hasta finales de 2011 pensaba igual que él— ante estas claves para arreglar la crisis financiera del país. «De ninguna crisis financiera mundial se ha salido sin dinero público», ha reiterado en varias ocasiones Rato.
«De ninguna crisis financiera mundial se ha salido sin dinero público»
Y precisamente, fue en diciembre de 2011, a pesar de sus reuniones y explicaciones —siempre con los suyos, en el total de los secretos—, Rodrigo Rato recibía un golpe inesperado que asimiló con deportividad y sin rechistar. El Banco de España, a instancias del Ministerio de Economía, obligaba a los directivos de Bankia a publicar sus salarios, haciéndose público que Rato percibía una remuneración anual de 2,34 millones de euros.
Fue entonces cuando el presidente de Bankia presentaba también el Plan Estratégico de la entidad hasta 2015 que, según sus cálculos, permitiría al banco situarse como unos de los cuatro líderes financieros españoles. En 2011 Bankia anuncia unos beneficios de 305 millones de euros, en un año marcado por su proceso de fusión con siete cajas de ahorros, y su salida a Bolsa, pero, sobre todo, por la realización de un ajuste de capacidad interno que cerró 800 sucursales estableciendo en 3.500 el número de oficinas de su red.
Paciencia y lealtad
Los que le rodean reconocen que Rato ha tenido que soportar durante su corto mandato al frente de la entidad madrileña —a la que llegó de la mano de Esperanza Aguirre con el consentimiento de Mariano Rajoy— cuatro cambios de regulación relacionados con la solvencia —y cumple con los cuatro niveles exigidos—; con u na salida a Bolsa obligada antes de tiempo —cuando él la tenía prevista, como pronto para este mismo año—, y lo consigue; y un saneamiento en tiempo record, que igualmente le aprueba el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Pero ya todos los demás se le echaban encima. Por esta razón, los acontecimientos de las dos últimas semanas le han dejado muy contrariado, ya que estaba convencido de que precisamente el pasado viernes era el día clave para anunciar el plan de salvamento de Bankia. Al menos así lo había pactado con el propio Guindos. Tras comunicarlo al consejo de administración, y aprobarlo en junta de accionistas, estaba previsto convocar a la prensa para contar todo lo que tendría que hacer para sacar adelante a la entidad.
«El partido me ha abandonado»
La verdadera historia, quizás, no la llegue a conocer nunca. Pero, también quizás pueda imaginársela o, al menos, recomponerla poco a poco. Porque haber, ha habido una historia paralela a la que él mismo ha vivido. En los mismos tiempos. De hecho, él mismo había pensado en José Ignacio Goirigolzarri para ser su segundo , hace ya tiempo. Pero éste le dijo que no. Un «no» que «Goiri» también le había dado a Guindos cuando le hizo la misma petición. El que fuera segundo de a bordo de Francisco González en BBVA hasta 2009, formaba parte de una terna (junto a Ángel Corcóstegui y Francisco Luzón) con posibilidades de sentarse junto a Rato en Bankia. Como segundo. Eso sí, para el propio Rato, él seguiría teniendo poderes ejecutivos, pero para Guindos, sería sin ellos. Lo que hizo que Goirigolzarri rechazara la propuesta. O iba de primero, o de segundo «ni una sola vez más». Y al final fue de primero.
Rato pone fin así a otra etapa en una larga e intensa carrera profesional que ha vivido siempre junto a los suyos. ¿Y ahora qué? Pocas ganas le quedarán para seguir en el sector financiero, por no decir ninguna, y, de momento, el regreso a la política parece descartado . Quizás, no sin razón. «El partido me ha abandonado», llegó a decir este pasado lunes. Una frase pronunciaba mucho antes de recibir un aluvión de apoyos en público de históricos miembros del PP, que, una vez conocido su estado de ánimo, aplaudían la lealtad de Rato a un partido que no le ha querido escuchar durante su mandato al frente de Bankia.
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