¿Es eficaz la ayuda al desarrollo?

La ayuda al desarrollo, como concepto, no es algo libre de discusión , aunque pueda parecer impensable. Uno de los grandes debates intelectuales (y de objetiva trascendencia) de los últimos años ha sido el protagonizado por Jeffrey Sachs y William Easterly , en el que el primero reclamaba más volumen de ayudas y el segundo negaba su utilidad, por estar mal enfocadas.

De vuelta a España, «a la que está cayendo», y al desplome de las ayudas al desarrollo de nuestro país, la presidenta de Intermón-Oxfam, Consuelo López Iturriaga , propuso optimizar esta situación crítica definiendo un perfil específico de donante, ya que de lo contrario, «seguiremos haciendo esfuerzos inútiles. Con esa melancolía inexcusable ».

Jeffrey Sachs es, además de catedrático en Columbia, el director del programa de los ambiciosos y loables «Objetivos del Milenio» de la ONU, uno de los cuales pretende erradicar la mitad de la pobreza extrema mundial para 2015. Su prestigio y currículum es tal que, en 2004, este economista estadounidense estaba incluido dentro de la lista de las 100 personas más influyentes elaborada por la revista «Time». Y la pretensión es continuar. Para 2025 plantea terminar con la miseria completamente. Ante las dudas que suscita el proyecto, muchos piensan: « Si se cumple el 50% de lo que propone...»

Willam Easterly, sin embargo, discute con fiereza las tesis de Sachs, y afirma que ningún país ha salido de la pobreza gracias a estas ayudas. Su principal reproche se centra en el despilfarro de recursos en vista de los resultados obtenidos. Y tampoco olvida la ineficaz compasión del primer mundo, tal como dijo a ABC : «Se trata de satisfacer las necesidades del hombre blanco, que se sienta bien consigo mismo, no de salvar al hombre negro».

Easterly es catedrático de la universidad de Nueva York, extrabajador del Banco Mundial («soy un pecador que me he convertido») y autor del best seller «La carga del hombre blanco» . Sachs, por su parte, también ha escrito otro gran éxito de ventas: «El fin de la pobreza» , cuyo prólogo fue escrito por Bono, de U2, añadiendo más madera a sus viperinos hostigadores ( «Doctor Rock and Roll» , motejó el economista Tim Kane a Sachs). O la genial ocurrencia del propio Easterly al inventarse una comisión de líderes africanos que, preocupados por la deriva en la música de U2, aconsejan a Bono una serie de reformas en su música.

En su libro, Easterly estigmatiza a los «planificadores» , burócratas que se encargan de combatir «cosas incuantificables» a través de grandes eslóganes «sin sustancia», en vez de concentrarse en pequeñas acciones específicas donde se puedan investigar responsabilidades en caso de negligencia o ineficacia. O que es mejor «proporcionar cañas de pescar y enseñar la técnica, antes que dar pescado», que diría Carlos Slim para justificar su postura ante las donaciones al modo Gates y Buffet.

Easterly piensa que a estas agencias de cooperación «les da igual triunfar o fracasar» . Al antiguo empleado del Banco Mundial durante 18 años se le acusa de ser destructivo, una apisonadora de los bienintencionados amigos de los pobres, que finalmente no propone nada. Y él dirá que no existen respuestas generales , que basta ya de planes que «lo quieren salvar todo» y que hay que centrarse en acciones pequeñas sobre el terreno, con gente del lugar.

A esta guerra de ideas se unió, haciéndose notar, Dambisa Moyo con otro best seller: « Dead Aid » («Ayuda Muerta»). Esta economista zambiana, que curiosamente fue alumna de Sachs en Harvard , rechaza los planteamientos de su profesor y considera que hay que permitir a los pueblos africanos desarrollarse por sí mismos, sin las dependencias que crean las ayudas y que favorezcan el statu quo dominante y corrupto. A Sachs, obviamente, esta postura le parece una irresponsabilidad . El recorte de ayudas afectaría a millones de africanos que se benefician de estos planes de vacunación, construcción de infraestructuras básicas o provisión de alimentos.

Moyo, que trabajó para Goldman Sachs y el Banco Mundial , defiende que la ayuda internacional está destruyendo África . Como Easterly, mira en perspectiva, hace balance, y piensa que la estrategia del « big push » de la ayuda externa (2,3 billones de dólares desde los 50) ha sido y es un importante fracaso. Cree que hay que detener la ayuda al desarrollo (que no la humanitaria en caso de catástrofes) y dejar que los países africanos construyan una economía propia. Que las ayudas hacen más pobres a los más pobres . Y que los ciudadanos receptores interiorizan una especie de autoconvencimiento en el que no pueden recomponerse sin esas ayudas.

Conviene recordar otra de las mayores críticas a estas ayudas, la que condena la utilización de éstas por parte occidental para su propio interés, lo que se conoce como «ayuda vinculada» . «La ayuda es un instrumento, no un regalo» , sentenciaba el economista africano Demba Moussa Dembélé , fundador del Foro Africano de las Alternativas.

Esta disputa intelectual, que va de la mano con el siempre demasiado cómodo etiquetado ideológico , se compone de muchos más economistas. Sala i Martín, Surjit Bhalla o Hernando de Soto (que participó codo con codo junto a Dambisa Moyo en los Munk Debates), por un lado. O Paul Collier (su libro, « El club de la miseria », es considerado un referente junto al de Easterly y Sachs respecto al debate de la ayuda externa) o Joseph Stiglitz , por el lado cercano a Sachs.

Y es en ese punto, en el de los bandos o lados, donde el asunto llega a enredarse. Un poco. En el momento en el que Sachs acusa a Easterly de distorsionar deliveradamente sus argumentos ¡para llegar a sus mismas conclusiones! Porque al final bienintencionados, en superficie, son todos, claro.