E.On - Endesa, la guerra que superó a Zapatero
El Gobierno socialista entregó la compañía nacional a Enel para frenar la opa de la eléctrica germana, que ahora abandona España
E.On - Endesa, la guerra que superó a Zapatero
El grupo alemán E.ON , uno de los gigantes energéticos de Europa, vende sus activos en España porque no ve claro el negocio, porque necesita reducir deuda y porque esos activos españoles ya no son valiosos ni estratégicos, porque están sometidos a demasiadas incertidumbres. El ... hecho es que se van. Y no emite buena señal. E.ON es un competidor eléctrico reciente en España, hizo una apuesta mayor por Endesa en el año 2005, como alternativa a la opa lanzada por Gas Natural sobre Endesa, para finalmente renunciar a la operación, tras un azaroso trámite por juzgados, reguladores, gobierno y oposición. A cambio de perder esta auténtica «guerra de opas» obtuvo algunos activos de Endesa (Viesgo y varias centrales y redes) con los que compuso E.ON España. Pagó unos 6.000 millones de euros en el año 2007 y ahora vende (aunque con el paso del tiempo no sea lo mismo) con la expectativa de obtener 3.000 millones y cerrar el «expediente España», tras lamentar haberlo abierto. En resumen una inversión fallida, que en su momento mereció el apoyo de la canciller Merkel, que intentó, sin éxito, atraer a Zapatero a la causa de E.ON.
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Al mismo tiempo Endesa, filial del grupo italiano Enel , que fue ganador en el año 2007 de la apasionada y politizada puja por la compañía española, ha decidido desmochar la parte internacional de la compañía para integrarla directamente en la matriz con sede en Roma, que cobraría un sustancioso dividendo y limitaría su filial española al mercado ibérico. Poco se puede objetar a la decisión de Enel que optimiza su costosa inversión en España, aunque cabe presumir que prepara una salida ordenada de Endesa cediendo participaciones en Bolsa.
Pulso con Europa
Al detener la compra de Endesa por E.ON, Zapatero desconcertó a Alemania y a Bruselas
Los avatares de Endesa (que pudo ser uno de esos campeones europeos del sector que tanto gustan a algunos gobiernos) entre 2005 y 2007 dan para una novela. Acumuló pretendientes, queridos y no tanto, primero Iberdrola, luego Gas Natural con La Caixa, y finalmente E.ON y Acciona-Enel. El Gobierno Zapatero, afecto a la teoría de los campeones nacionales, tuvo un papel antagonista lamentable en el desenlace de Endesa. Pedro Solbes en sus memorias dice: «Tras un análisis sosegado no llegamos al aprobado, aunque el suspenso no sea solo para el Gobierno, también para la oposición y otros implicados». Zapatero, en las suyas, no hace alusión al caso.
La gestión de la crisis Endesa por el gobierno Zapatero es indescifrable, salvo en clave de suma ignorancia y torpeza. Primero se llevó por delante la reputación de dos reguladores: el dictamen de la comisión de Energía fue revocado por el consejo de ministros, y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) sufrió la dimisión de su presidente, Manuel Conthe, con una sorprendente comparecencia en el Congreso. Además sirvió de coartada a la tesis de la desafección catalana y complicó la polémica reforma del Estatuto. Y finalmente descapitalizó las empresas eléctricas españolas y embarulló el futuro del sector. Por el camino desconcertó a los alemanes y a los italianos, y también a los comunitarios de Bruselas, que nunca tuvieron claro lo que quería el Gobierno, sorprendidos por un intervencionismo confuso y grosero. Errores graves con consecuencias.
Intervencionismo continuo
El propio Aznar torpedeó la unión amistosa de Endesa e Iberdrola a comienzos de siglo
Unos años antes, a principios de siglo (gobierno Aznar) Endesa e Iberdrola acordaron una fusión amistosa que fue torpedeada por el Ejecutivo por razones confusas. Argumentaron que la fusión limitaba la competencia, aunque hay quien sostiene que hubo celos competenciales y otras pasiones. Aznar, Rato y De Guindos (que era secretario de Estado de Economía) no han explicado los detalles. Dos años después Gas Natural propuso una fusión con Iberdrola que fracasó, y por el camino la constructora ACS intentó el control de Iberdrola que salda ahora con pérdidas significativas, en parte compensadas por la previa compra y venta de Unión Fenosa, que acabó integrada en Gas Natural.
Este relato sintético de los avatares eléctricos españoles sirve para notar que las eléctricas han sufrido mucho trajín además de producir, distribuir, y comercializar energía eléctrica, segura y eficiente. Algo que el sector consiguió durante décadas. En todo este enredo de operaciones corporativas-financieras, los gobiernos arguyen que tratan de garantizar la competencia para bien de los consumidores. Pero los fracasos son evidentes. No merece la pena perder el tiempo con hipótesis del tipo: «¿Y si Iberdrola y Endesa se hubieran fusionado en 2001? ¿Estaría ahora el sector más fuerte y la luz sería más barata para todos?». Las hipótesis son sugestivas por inútiles.
Un sector en declive
La industria eléctrica ha sufrido un vendaval legislativo de miles de páginas del BOE
El sector eléctrico sufre por acumulación de acontecimientos negativos en los que sucesivos gobiernos han jugado un torpe papel. Lo evidente es que el sector ha perdido fortaleza, oportunidades, atractivo y eficacia. Los usuarios pagan más y la dependencia energética española sigue siendo crítica y condiciona el crecimiento futuro.
No han sido solo las fallidas operaciones corporativas las causantes del desbarajuste. La industria ha sufrido un vendaval legislativo (miles de páginas del BOE) para regular precios, asumir impuestos y subsidios contradictorios y complicar costes e inversiones. Una tormenta que ha tenido a las energías alternativas o renovables como argumento final para reducir la dependencia y el cambio climático.
El desbarajuste eléctrico
La reforma energética sigue pendiente en medio de una confusa sobrerregulación
Al final del camino, no se ha mitigado la dependencia (de las mayores de Europa). Los precios han subido para los consumidores, surge el riesgo de «pobreza energética» para demasiados ciudadanos y no se reducen las emisiones tanto como sería deseable. Una confusa sobrerregulación del sector, enmascarada con falsas proclamas de liberalización, enreda la madeja con compromisos futuros y rectificaciones que han provocado pleitos en tribunales internacionales, añadiendo inseguridad jurídica en un sector estratégico que necesita orden y seguridad.
La factura acumulada por el llamado déficit de tarifa, por inversiones ineficientes o innecesarias, es tan abrumadora que se va trasladando a futuro con recargos de precios comprometidos. En resumen, un desbarajuste que va a necesitar para desenmarañar la madeja eléctrica mucha maña para reconstruir lo que era un sector eficiente. La reforma energética sigue pendiente, y es de las que necesita dinero fresco y muchas explicaciones.
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