Djokovic por fin reina en París

En la final más esperada, dos finalistas inéditos. Los dos mejores tenistas del momento se jugaban a un partido un triunfo para la historia. Para las suyas personales, al menos, pues ninguno de los dos tiene en sus vitrinas la Copa de los Mosqueteros. Es la culminación de un prodigioso caminar por el circuito masculino con la vitola de indestructible. Un fantástico final para un palmarés increíble . Desde 2012, Djokovic se pasea por el mundo con pocos rivales que le inquieten y recortando distancias en los registros de los más grandes de la historia. Ya forma parte de ella. El número 1 del mundo lo tenía todo para triunfar, como en 2015: sin Rafa Nadal en el camino, con grandes encuentros, sin demasiado sufrimiento en ninguno de ellos. Un pasear por las pistas de Roland Garros que esta vez sí pudo culminar el día de la verdad.

Tras los minutos de calentamiento, Djokovic se levantó como un resorte de la silla . Al otro lado de la red, pausado en sus movimientos para recoger la toalla y tomar el último sorbo de agua, un Murray que desprendía una sorprendente y aparente calma. No parecía intimidado ni por el rival ni por el escenario, a pesar de que nunca había llegado hasta aquí en la tierra de París. Con un tenis excelso, difuminó las esperanzas de Djokovic, incapaz de levantarse ante la presión del momento y ante los finísimos y agresivos golpes del rival.

Se afinó Djokovic, consciente de que las oportunidades en Roland Garros son escasas y que la recompensa merece la pena. Sacó su genio, espoleado por una animada sección de la grada que no dejó de corear «Nole, Nole» ni siquiera entre saque y saque. Banderas serbias desperdigadas por la parte alta también se agitaban en su honor conforme encontraba su mejor tenis. Con él se apoderó de la segunda manga sin dejar respirar a su rival: buscando líneas, apoyándose en su gran revés, acercándose a la red para impresionar… Recursos que le valieron para igualar la contienda. En apenas 31 minutos, un 1-6 para empezar de nuevo el encuentro.

Pero ya no hubo más encuentro. Djokovic se disparó hacia las nubes con un tenis imperial y sumó el tercer set igual de convicente que en el segundo. No hubo vértigo en las alturas como en la final de 2015 ante Stanislas Wawrinka. Hubo convicción y la superioridad de la que hace gala desde hace tres temporadas. Siete títulos en 2013, siete en 2014, once en 2015. Y ya suma seis en 2016. Y no uno cualquiera. Roland Garros, por fin, es para él. Completa el círculo y marca un nuevo registro en su impresionante palmarés.