Nadal sobrevive a Dimitrov y llega a semifinales en Montecarlo

Había muchísima expectación en la central del Principado, pendiente todo el mundo del rival de Nadal. Se hablan maravillas de Grigor Dimitrov, un búlgaro de 21 años que tiene un talento descomunal y al que se le compara con Federer desde que empezó a deslumbrar con un revés a una mano muy parecido al del suizo. Comparten varias similitudes, entre ellas una calidad inexplicable.

En un día gris, el partido no resulta tan bello como se esperaba, no al menos en los primeros compases y más dramático que estético en el desenlace. De entrada, Dimitrov enlaza golpes sensacionales con errores de bulto, penalizado con su servicio en los momentos puntuales con todo lo que eso conlleva ante un gran restador. El búlgaro pierde su saque hasta tres veces en la primera manga y no le sirve de nada romperle a Nadal en el sexto juego. No es regular, demasiadas concesiones.

El español se apunta el primer set con cierta holgura, ayudado por ese 95 por ciento de primeros. Pero su cara no expresa demasiada alegría, Nadal juega trompicones. Entre las dudas, se pierde y permite que Dimitrov reaccione de forma animal. El 34 del mundo entra en calor, sube el nivel una barbaridad y desquicia al campeón. Nadal falla golpes incomprensibles y pierde el set con toda justicia antes de retirarse a los vestuarios.

Sin el calor del sol, el bote no le acompaña y el español pasa a jugar cortísimo. Es una puerta abierta para que Dimitrov entre con todo, dueño del partido y de los mejores golpes, alentado por una grada que no se explica el bajón del rey. No hay ni rastro de Nadal, completamente atrapado sin que encuentre respuestas ni salidas.

En la adversidad, Nadal acepta que necesita ganar por cabeza. Su tenis no va y es en esos momentos en donde impone esa fuerza mental que le hace único, una jornada para ponerse el mono y remar. Se asoma al abismo en varias ocasiones, pero se mantiene en pie cuando el partido no era suyo. Ese es Rafa Nadal.

En el noveno juego del tercer set se desequilibra la balanza. Nadal aprieta los dientes en el momento decisivo y antepone la eficiencia al talento para conseguir un break que vale oro. Busca siempre el revés de Dimitrov, acalambrado, y se defiende como puede de sus ataques, un recurso que acaba dándole el triunfo. Ya que él no cierra los puntos, que falle el otro.

Así se resuelve un partido extraño, ni mucho menos el mejor de Nadal. Mantiene su espectacular estadística en el Country Club, pero la cita servirá para confirmar que Grigor Dimitrov ya es alguien, algo más que «Baby» Federer. Un nombre para recordar.