La eterna espera

Hay jugadores que misteriosamente acaban jugando con todos los entrenadores y hay otros que misteriosamente no acaban jugando con ninguno. Ceballos pertenece a la segunda clase. Todos los técnicos en un inicio parecen tenerle mucha confianza y luego todos la terminan perdiendo más pronto que tarde. Zidane no contaba con él, Lopetegui dijo que iba a ser su jugador estandarte y luego nada, lo mismo Luis Enrique. De la Fuente le escogió como faro de su selección y luego no le ha vuelto a llamar. Arteta perdió la fe con él en el Arsenal al cabo de dos temporadas cedido y ni intentaron su fichaje. Suma y sigue.

Ancelotti, que sabe gestionar como pocos este tipo de detalles, le dio la titularidad a Ceballos contra su exequipo. O contra su futuro equipo, porque lo de Ceballos con el Betis es una historia como la de Rachel y Ross en Friends. Ni contigo, ni sin ti. Sonó mucho que se podía marchar el utrerano y al final se quedó, prefirieron a Lo Celso. Pese a los evidentes y continuos guiños de Ceballos (como lo de ir con un libro del Betis, Marchito azar verdiblanco, a la final de la Supercopa)

Y jugó Ceballos. Estuvo bregador y esforzado. Pero no brilló. Se le resiste ese gran partido que le dé acceso a un hueco. Tampoco le terminan de salir las cosas. Parece que juega con una nube negra encima. Este domingo fue salir del campo y al minuto marcó Mbappé.

El problema de Ceballos son sus ceballadas: esos momentos en los que pierde un balón comprometido por dar dos (o diecisiete) toques innecesarios y de más, o cuando se enzarza en mensajes inoportunos. Su mala suerte con las lesiones tampoco le ha ayudado a conseguir esa estabilidad en su carrera.

Yo sigo creyendo que podría ser un jugador más que aprovechable para el Madrid, sobre todo tras ese hueco de meteorito que ha dejado la marcha de Kroos. Tampoco es que me pueda bajar del caballo a estas alturas del río. Este año puede ser el de Ceballos. Apuntenlo. Tendré que acertar algún año. Hasta un reloj averiado marca bien la hora dos veces al día.