Luque asegura que salvo su frase «desafortunada» la charla con la amiga de Hermoso fue «muy buena»

Rivera niega las presiones y se define como «amigo, siervo y esclavo» de las jugadoras en Ibiza

La Fiscalía concluye que el beso de Rubiales «fue un atentado contra la libertad sexual» de Jennifer Hermoso

El exdirector de la selección masculina de fútbol Albert Luque, ha declarado como acusado de un delito de coacciones en la Audiencia Nacional que la conversación que mantuvo con Ana Ecube, amiga íntima de la jugadora Jennifer Hermoso, cuando fue a visitar a esta ... a su hotel en Ibiza fue «muy buena» y que sin contar sus propios mensajes «desafortunados», la relación era cordial.

Luque, el tercero de los acusados en declarar después de que comparecieran el martes Luis Rubiales y este miércoles Jorge Vilda, ha negado así a preguntas exclusivamente de las defensas, que coaccionase a la jugadora por orden del entonces presidente de la RFEF para que le defendiese públicamente tras el beso que le había dado en la entrega de trofeos del Mundial de Sidney.

En este sentido, ha subrayado que acudió al hotel de Ibiza donde se encontraban de celebración las jugadoras «como amigo» porque quería saber «cómo estaba Jenni» y él se encontraba en la isla de vacaciones con su familia, era 22 de agosto. «Le digo que si podemos hablar, la situación cada vez era más grande. No recibe mi mensaje, veo que no me lee y digo, voy a verla, a ver cómo se encuentra mi amiga. Llego al hotel y según estoy entrando, veo una respuesta de Jenni, me contesta: 'Albert, sé que quieres hacer lo correcto y te contesto por la amistad que tenemos pero no quiero hablar con nadie, gracias por interesarte por mi», ha relatado.

«Yo ahí ya no pinto nada», ha proseguido. «Lo que hago es llamar a Rubén y le digo que me marcho. Y en ese momento me dice espérate, Albert que hay una amiga de Hermoso que quiere hablar contigo», ha detallado. Fue así como bajó al lobby del hotel con Ana Ecube, a la que según ha asegurado, no conocía ni de vista, y ante la que se identificó para que quedase «claro» como «amigo» y no como representante de la RFEF. «El final de la conversación es tan bueno que nos intercambiamos los teléfonos, me dijo que iba a hablar con Jenni y que si eso, mañana desayunamos los tres», apostilló.

Al día siguiente, escribió a Ecube avisando de que se iba la playa al no saber nada de ese desayuno y el día 24, vio el comunicado que lanzó la agencia de Hermoso. «Es un momento dificil para Jenni y en el otro lado también hay una persona que es mi amigo, Rubiales, yo estoy en medio», ha referido.

«Sin contar hasta diez, contesto»

Su versión es que ese comunicado «en vez de apaciguar iba a aumentar lo que estaba ocurriendo» y justo cuando lo estaba viendo, recibió mensaje de Ecube diciendo que él se merecía una explicación porque se suponía que ella no iba a hacer manifestación pública alguna. «Y yo tengo una respuesta desafortunada. Y me arrepiento. Estoy en un malestar, soy una persona de sangre caliente y sin contar hasta diez, contesto. Y aún así, ella me dice que a ver si tomamos un café en Madrid. Incluso al final me dice que un beso, ya hablaremos», ha destacado.

Defendía así que no fue a presionarla, que Rubiales no le había mandado que lo hiciera y que su única intención era «que dos amigos lleguen a un entendimiento».

A renglón seguido, comparecía Rubén Rivera, con la misma acusación sobre él. El entonces responsable de Márketing, que se encargó del viaje de las jugadoras a Ibiza, ha asegurado que se enteró de lo ocurrido en el avión cuando uno de los patrocinadores le mostró un meme del beso, pero tenía «infinitas gestiones» relacionadas con la celebración que se encontraba muy ocupado.

«Amigo, siervo, esclavo»

De su papel en Ibiza, se ha definido como un «amigo, siervo, esclavo» de las jugadoras, a las que atendía en diversas gestiones y de las acusaciones, ha negado la mayor. Considera que se ha vertido «un relato» que no es plausible sobre el modo en que le pidió a Jenni Hermoso que atendiese por teléfono a la RFEF o que recibiese a Albert Luque en el hotel.

«Jenni tenía el móvil apagado. Si lo hubiera tenido encendido no me habrían llamado a mi», ha subrayado, para incidir en que no insistió porque no había «ninguna prisa», si lo que le requerían desde integridad era una llamada por la tarde y lo del teléfono fue a la hora de comer. Lo mismo con la visita de Luque. Asegura que se limitó a decírselo y a bajar con Ecube para indicarle donde estaba él, dado que no se conocían. Su defensa, como la de Luque, piden la absolución.

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