Increíble: España, campeona de los Juegos Sordolímpicos, no tiene ni camisetas para ir al Mundial

Achacan su situación a la falta de visibilidad de este equipo que es más una familia unida por la pasión por el fútbol, a pesar de todas las zancadillas. «Mucha gente no nos conoce todavía. Llevo 5 años como seleccionador y ha sido un trabajo muy duro encontrar jugadoras que quieran venir. Quizá más por no saber que existimos que no por querer», explica Israel Sánchez. Ya han conseguido que algunas jugadoras como Eunate Arraiza o la propia Pilar puedan vivir de su deporte, así que hay horizontes y ganas de seguir siendo profesionales en todos los ámbitos. «Hemos conseguido que vengan y que quieran volver después de conocernos. Por eso la visibilidad es imprescindible. Y se nota el nivel. Ahora vamos a los torneos con opciones de llegar a lo más alto», prosigue Sánchez. «Si la gente conoce quizá un 5% del deporte inclusivo por los Juegos Paralímpicos, de nosotras saben el 0,1%. Hemos ganado un oro, pero no tenemos patrocinadores, no se nos ha dado la enhorabuena. Algunos ayuntamientos sí han hecho algo, pero la mayoría nada. Nosotras estamos supercontentas con el oro, pero queremos que la gente nos conozca más».

No hay liga como tal en España, por eso las jugadoras se entrenan en clubes de personas oyentes y se reúnen, si pueden, que tampoco hay dinero para concentraciones, para gestionar la selección. Sánchez es el entrenador, pero también el fisio, el ayudante, el utillero... todo. «Pero este proyecto está creciendo y no quiero dejarlo por nada del mundo. Hemos construido una familia y queremos que todo el mundo la vea y se una, porque se engancharán».

Ferrer explica que no hay diferencias de juego entre el fútbol sala de oyentes y de personas sordas; la emoción, la táctica, las jugadas y los goles se sienten igual. Cambian las circunstancias. «Diferencias físicas o de modelos de juego no hay ninguna. Pero entra en el campo otro sentido. Parece simple, pero entreno a niños oyentes y a veces les hago el ejercicio de que no pueden hablar para jugar, y cambia un mundo. Es algo que se trabaja», dice Israel, que intenta aprender pequeñas consignas en cada torneo aunque siempre cuentan con una intérprete. «Para que no haya desigualdades, todas nos quitamos los implantes, por lo que no escuchamos absolutamente nada. Nos guiamos por la vista, atentas para ver los gestos de los entrenadores y seguir las directrices y las estrategias de la jugada; y también a los árbitros, que en lugar de pitarnos, nos sacan banderines», explica Ferrer, que quiere hacer ruido, marcarle un gol a la invisibilidad y volver a poner a España en lo más alto del podio mundial en silencio.