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el segundo palo

Oda al ego de Yamal

«Sus salidas de tono gozan de una curiosa y escamante sobreprotección por parte del periodismo patrio»

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Juanma Rodríguez

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Quevedo sí que valía 150 millones de euros o más y no Isak. Era un crack don Francisco, el Mbappé del Siglo de Oro, pero destilaba veneno el tío. A Góngora, que era otro genio, le tomó por su saco de boxeo particular y no ... dejó de zarandearlo hasta que se murió, primero don Ramón, que era mayor. A la nariz, que debía ser prominente, del autor de Las Soledades le dedicó lo siguiente: «Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un pez espada muy barbado». Si Quevedo, bautizado en la Parroquia de San Ginés, viviera no me cabe la menor duda de que sería socio del Real Madrid, tribuna fondo norte muy probablemente, y en algún momento le habría dedicado una oda al ego de Lamine Yamal, el espolón de una galera, un elefante boca arriba, una pirámide de Egipto. O varias pirámides.

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