El segundo palo
Esperar con encanto
«David Beckham aguantó 13 horas de pie derecho en la cola de la gente que quería darle su último adiós a Isabel II»
Fiebre de sábado noche
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Iniciar sesiónRematado por una Hatteras a lo Peaky Blinders, como si César Pérez de Tudela acabara de hacer cumbre en el Everest del estilo levantando allá en la cima un campamento base cosido por Alexander McQueen, armado de un paraguas parecido al de Jonathan Steed ... y parapetado detrás de una tímida sonrisa cautivadora, David Beckham, miembro de la Orden del Imperio Británico y 115 veces internacional con la selección inglesa, aguantó trece horas de pie derecho en la cola de la gente que quería darle su último adiós a Isabel II.
Desde el Parlamento le hicieron varios guiños para que se ahorrara el engorro de tener que compartir O2 con el pueblo, el mismo que abarrotó en tantas ocasiones Old Trafford para deleitarse con sus bananas, pero él apeló a la memoria del abuelo muerto y cumplió su misión, esperar con encanto, puro charme.
Beckham ha sido de largo el tipo con más clase que ha jugado en la Liga española, todo un sir sin serlo, y, sin embargo, lo más bonito que se dijo de él mientras permaneció aquí fue que venía para vender camisetas. Recuerdo perfectamente el día que, estando yo en la Cope, visitó la emisora. Ya habían pasado por allí todos los galácticos, desde Figo hasta Zidane pasando por Ronaldo, pero cuando David asomó el palmito por Valenzuela se produjo un terremoto de características similares al de la película de Mark Robson de los años 70, con la gente corriendo despavorida entre cráteres, acalorada por el fuego y a punto del desmayo. Nueve en la escala de Richter. ¿Hubo llamada al 112? No lo sé, sí recuerdo sus pantalones vaqueros rotos de diseño.
Me dio por preguntarme qué se habría contado del Beckham madridista si hubiera pasado medio día esperando para mostrar sus respetos ante el féretro de la Reina. Lo primero que se habría dicho es que estaba allí por orden directa de Florentino y para vender más camisetas, también que lo hacía por puro postureo, que era un bienqueda, un demagogo que buscaba el aplauso fácil. Habrían indagado en su árbol genealógico para saber si el abuelo era realmente monárquico o si tenía algún antepasado anarquista siendo finalmente despellejado en el Sálvame de turno, y Victoria, sus hijos y las Spice Girls, incluida Mel B, triturados. De modo que, también por la suerte que tiene de no pertenecer ya al Real Madrid, alzo mi copa por él y brindo gritando ¡Dios salve a David Beckham!
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