De Cara / España - Croacia
Un burro y un profesor
«El fútbol cada vez es más aburrido, siempre más cerca del bostezo que del sobresalto. Reducido a la moneda al aire de un centro, una carambola, o una tanda de penaltis»
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España, campeona de la Nations League en los penaltis
Paradón de Unai en la tanda de penalti
España no escapa del toque, da igual la época. Con buenos jugadores y sin ellos. Le ha cogido gusto a la pelota, a la posesión, pero cada vez sabe menos cómo tratarla. Domina, sí, pero para nada. Por vicio. Si acaso le sirve para ... defenderse, sufrir menos de lo que lo hace cuando no tiene el balón. Pero en ningún caso para fabricar ocasiones, enredar al rival, provocar acontecimientos o peligro. Le falta profundidad. La única oportunidad en la primera parte fue de Gavi (que juega peor con De la Fuente de lo que lo hacía con Luis Enrique, o con Xavi; sufre con el dibujo, tan adelante en la línea de tres del 4-2-3-1), robando al borde del área, sacando provecho de la presión decidida de la selección sobre la salida de los croatas (la mejor virtud, aunque pasajera, de la noche). Pero por el juego convencional y elaborado, nada que llevarse a la boca. Una sesión reconocible, por plomiza y plana, otra de tantas de iniciativa ficticia. Y baldía del todo.
Da la sensación, además, que España tiene la mayoría por acuerdo expreso con el rival, que le deja, que prefiere entregar el gobierno a asumirlo. Porque cuando Croacia decidió que el plan ya era suficiente, en la segunda parte, se hizo con los mandos con suma facilidad. La selección quedó arrinconada sin rechistar. Se refugió sobre el área de Unai y dio la sensación de ser menos incluso que cuando tenía la pelota.
Y atrincherado, el equipo de De la Fuente no defendió mal. No dejó el aspecto de fragilidad de los últimos tiempos, con los centrales esta vez sí rugiendo ganadores por su zona. No sufrió. Pero lo que es jugar, muy poco. El arreón de última hora (los ochenta son el mejor tramo del minutero en la era De la Fuente) y pare usted de contar. Otro tostón de partido de culpabilidad compartida.
El fútbol cada vez es más aburrido, siempre más cerca del bostezo que del sobresalto. Reducido a la moneda al aire de un centro ocasional, una carambola, o una tanda de penaltis. Incluso con valor título. Hoy las vitrinas las llena lo mismo un burro que un profesor.