esbozos y rasguños

Pájaros sin alas

A todos los madridistas, empezando por Ancelotti, nos gustaría que Vinicius fuera por momentos algo más templado

A Griezmann hay que esperarlo

Griezmann tumba al Madrid

Vinicius, en un gesto característico EP

Segundo asalto y segundo partido trepidante entre Atlético de Madrid y Real Madrid. Podríamos acostumbrarnos a un derbi así todas las semanas. Tienen un sabor a otra época: partidos perfectamente imperfectos. Con sus fallos y sus virtudes. Con momentos de brillantez e instantes de calamidad. ... Con sus prórrogas y sus tanganas. Con paradas salvadoras y autogoles tragicómicos.

El tema Vinicius, hablando de vicios y virtudes, de aciertos y errores, es peliagudo. Mi amigo Enrique Ballester (no se pierdan sus libros de fútbol: son una verdadera maravilla) suele ilustrar lo paradójico de estas situaciones con una canción que Mikel Laboa le dedicó a un pájaro: 'Txori-Txori'. Si le hubiese cortado las alas, se lamentaba el cantautor, el pájaro no habría escapado. Pero así, claro, habría dejado de ser pájaro. Y él lo que quería era un pájaro.

Pienso algo muy parecido sobre Vinicius. A todos los madridistas, empezando por Ancelotti y terminando por el propio Vinicius (que en esta Supercopa hizo un acto de contrición), nos gustaría que el extremo brasileño fuera por momentos algo más templado. Que bajara las revoluciones y no se perdiera en escaramuzas, tanganas y provocaciones con rivales. Que no se peleara, como ayer, hasta con el recogepelotas. Que no gastara las energías siendo siempre el centro de atención. O al menos que supiera elegir sus batallas. Pero entonces, ¿seguiría siendo Vinicius? ¿Mantendría esa misma forma de jugar, encaradora y arriesgada, vertical y queriendo siempre la pelota, si fuera un jugador calmado y sosegado? Si eligiera sus batallas, ¿seguiría jugando todos los partidos desde el minuto 1 hasta el 90 a tumba abierta? ¿No estaríamos, acaso, renunciando a lo mejor de Vinicius por intentar cambiar a Vinicius? No puedes querer un pájaro sin alas del mismo modo que no es muy realista querer un Vinicius sin ese fuego interno, sin hormigas en los pies.

Ancelotti hace unos meses lo expuso de una manera cristalina al ser preguntado si Vinicius sería tan criticado si, en un universo paralelo, jugase en otro equipo: «Y si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta, pero es mi abuela».

Sucedía algo parecido con Cristiano Ronaldo: queríamos que marcara 40 goles por temporada y que, al mismo tiempo, no se obsesionara con sus cifras personales y que tuviera una visión del juego más colectiva, menos egocéntrica. Es decir, quitar a Cristiano lo que le hacía ser Cristiano.

Muchos atléticos también querían que Griezmann, héroe anoche, fuera Griezmann sin ser Griezmann. Que no tuviera esa ambición y esos delirios de grandeza que son los que le convirtieron en uno de los mejores jugadores del mundo. Hasta que no le perdonaron, y le entendieron, fue eso: un pájaro sin alas.

También pienso mucho en otra canción, muy bonita, de Jero Romero, en la que hablaba de una novia a la que había querido cambiar tanto, a su gusto, que al final había acabado siendo una persona completamente distinta (Intenté cambiarte y te estropeé/ quiero verte tal y como te encontré). Nuestra capacidad para estar siempre insatisfechos y cargarnos todo lo que nos gusta no conoce límites.

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