copa del rey
A semifinales desde el sillón
El Madrid elimina al Atlético en un partido que resultó cómodo para los blancos por su gran superioridad y por el escaso nivel de un rival incapaz
JOSÉ MANUEL CUÉLLAR
Al minuto 22 un manto de silencio cubrió el Calderón. El Atlético , que es todo algarabía, parecía uno de esos corredores que mueven mucho los brazos y no adelantan ni a la tortuga. El Real Madrid se tomó el partido con ... una superioridad casi insultante. Sin apenas despeinarse ató al Atlético simplemente juntando las líneas, con una presión muy ordenada pero sin dar la sensación de que se dejara el aire en cada acción. Sencillamente, no le hacía falta. Al Atlético le faltan jugadores de talento o, al menos, no tiene los suficientes como para hacer un mínimo daño al Madrid, que se tomó el choque con cierta filosofía, con la necesaria para atrancar al rival y salir con un peligro que no tenían los rojiblancos. [Narración y estadísticas]
¿Qué se vio en los de Flores? Un correcaminos apresurado sin puerto al que llegar. Sin el Kun el equipo parece huérfano arriba , mucho más cuando Forlán no está como se le supone. Un error de Casillas y un pase de la muerte con suspensión de la pena en el corredor verde a cargo de Diego Costa fue todo lo que dio de sí el ataque aguerrido de los rojiblancos. Era como ir a grito pelado con una piedra contra un mamut.
El Madrid trenzó mejor, con un planteamiento inteligente que metió a Marcelo por delante de Arbeloa para equilibrar el once titular. Sin Benzema pero con Cristiano , que da igual donde esté porque hace daño hasta cuando está de vacaciones o tomando copas con Paris Hilton. Un tipo inquietante. Las dos joyas más relucientes las dio Cristiano. Entró como un obús al centro de Ramos para desequilibrar el marcador y luego dio un taconazo de lujo que Di María desperdició porque está más seco que la mojama y en su falta de frescura se atragantó de todo menos de gol.
El gol acrecentó las virtudes de uno y los defectos del otro. El Atlético se aturulló aún más y encima perdió a Reyes, lesionado , quedando a expensas de alguna genialidad de Forlán o a las internadas, continuas y peligrosas de un Filipe en ascenso.
Más allá del resultado estaban las sensaciones. No se le veía al Atlético capacitado para meterle cuatro goles al Madrid, ni siquiera los tres que le darían la prórroga. No les daba adelantando líneas y dejando huecos temerarios atrás, así que un paso más adelante conllevaba el riesgo de que llegara el búfalo en una contra y dijese ahí os quedáis.
Leve arrebato
Quique Sánchez Flores hizo algo bueno para su equipo tras el descanso: metió a Tiago en el centro para que fuera el que llevara el timón. Era necesario porque por ahí el Atlético empezó a dominar el medio campo, a tener vida y alma, a tener fluidez y, en suma, a jugar algo más al fútbol.
El Madrid, todo hay que decirlo, estuvo algo contemplativo, remolón y apoyado en el colchón de un marcador muy reluciente y blanco. No pareció suficiente. El Atlético movió un poco la coctelera, hizo fuegos de artificio pero con escasez de recursos ofensivos . Siempre amenazaba más el Madrid, un equipo se mostró cómodo en todo momento. Diez minutos le duró la ebullición al equipo del Calderón. Luego volvió la rutina: el Madrid tocando y el Atlético corriendo sin ton ni son en una presión un tanto descoordinada, con una falta de sal y garra que no presagiaba nada bueno. El tiempo se iba y el conjunto local se veía impotente. En cada minuto se le fue la vida, el deseo y un montón de esperanza.
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